martes, 11 de diciembre de 2007

Navidad para la Naturaleza

 
Hace apenas un mes que en el mundo se celebraba el Día Internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados, una onomástica que además de denunciar los perjuicios humanos y naturales que ocasionan los conflictos armados y que perduran mucho tiempo después de haberse restablecido la paz, sirve también para concienciar a la población de la gravedad de los daños que el hombre ocasiona a la naturaleza.
 
Se acerca la Navidad, sinónimo de vida, nacimiento y creación, y tenemos que aprovechar estas fechas para reflexionar y entablar un diálogo con nuestro planeta. Hoy en día, la gente tiene poco tiempo para escuchar con tranquilidad a los demás; pero la Tierra sí porque es madre, y toda madre escucha con amor infinito a sus hijos, responde a sus preguntas y aclara sus dudas, alimentándolas y manteniendo sus vidas.
 
¡Qué sabrosos alimentos has fecundado, Madre Tierra, en tus entrañas y has producido después para nosotros, tus hijos! Por este motivo, es preciso que aprendamos a devolver a la naturaleza lo que le debemos, y para eso debemos saber escucharla. Con los oídos y el corazón abiertos, ansiosos de escuchar su voz, oímos:
 
“Pobre hijo mío del siglo XXI que te crees grande y poderoso porque dominas la técnica, y que incluso has llegado hasta la luna, mi satélite. ¡Pero si eres tan pequeño e indefenso como el que un día nació Belén de Judá, hijo de María y de José! Crees que lo sabes todo y no escuchas a nadie. Escucha primero a Dios que se hizo carne, se hizo niño. ¿Acaso vosotros no queréis salvarme y conservarme para vuestros hijos?”.
 
Escucha también a los “profetas” de hoy en día, sociólogos, geólogos, ecologistas y tantos otros profesionales que avisan de la importancia de cuidar el medio ambiente. Día tras día escuchas advertencias que te animan a no contaminar, a mimar el agua para que los pantanos no se queden bajo mínimos, sin ni siquiera reservas para consumo humano, que y que los hombres que sí me aman, la gente de campo, puedan dejar frescos y mullidos mis terrones secos.
 
Si todo esto hacéis germinará en mí el trigo, el vino y el aceite, os lo aseguro, permitiendo entonces paliar el hambre que padecen tantos y tantos hombres que me habitan. Oíd las voces de estos que gritan que también tienen hambre y sed de justicia. Ése es otro de vuestros grandes retos, trabajar para que tanto esta justicia como la técnica agraria, la calidad de vida y la prosperidad lleguen a las poblaciones rurales donde tantos jóvenes me abandonan. Y a estos jóvenes, que en los días navideños pasearán por las calles pletóricas de luces de colores, música y tentador comercio, decidles de mi parte que ellos ha de ser los que me hagan nueva, los que me salven.

Somos germen y camino

La hermana Celia
 Somos proceso y estamos siempre en proceso, como la semilla que cae en la tierra, que se transforma para dar nueva vida. Somos camino y estamos siempre en camino. Somos también pausa y ritmo, oscuridad, silencio, germen y ciclo, algo que nace y muere para transformarse en una vida nueva.

La Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús ha sufrido en las últimas semanas la pérdida de tres hermanas, Celia, Manuela y Soledad, que han marchado de este mundo dejando tras de sí una enorme labor. Las tres, desde su renuncia a todo, han sabido entregar sus vidas a Dios a través de la misión, donde han permanecido al servicio de los pobres y más necesitados. Desde allí, cada una de ellas ha contribuido a su manera a poner su granito de arena en la construcción del Reino de Dios.

UNA MISION IMPARABLE
La hermana Celia empezó su camino misionero en 1965, año en que partió hacia El Congo. Allí permaneció, al lado de los más necesitados, durante 17 años, ya que en 1982 se vio obligada a regresar a España aquejada de esclerosis múltiple. Esta dura enfermedad no le impidió seguir desarrollando su gran vocación de misionera, ya que quiso continuar trabajando por ella en compañía de los otros enfermos residentes del Centro de Esclerosis Múltiple de la Comunidad de Madrid, ya que estaba convencida de que «una misionera no se retira jamás».

Al tomar la decisión de dejar la casa de la Compañía Misionera, Celia dejó a las hermanas una carta explicando los motivos por los que se marchaba a convivir con otros enfermos. Nuestra hermana Celia veía en su enfermedad un regalo que al final de sus días le enseñó a ver las cosas desde otra perspectiva, y así nos lo hacía saber al describirnos su experiencia y su día a día en la residencia. Una vez allí, al principio podía llevar una vida normal, aunque poco a poco fue necesitando la ayuda de un bastón primero y, luego, de dos. Finalmente, tuvo que aprender a moverse en silla de ruedas cuando ya casi estaba nula, hasta que se convirtió en una ayuda imprescindible. «Actualmente necesito ayuda para todo, aunque de momento, no sé hasta cuándo, puedo todavía comer sola», nos explicaba a través de las cartas suyas que recibimos.

«Mi experiencia es que esta enfermedad ha sido el mejor regalo de mi vida, porque me ha hecho colgarme de la mano de Dios. Y sigo colgada. Creo que es la razón por la que puedo compartir con vosotras esta valoración de mi enfermedad. Es cierto que hay muchas cosas que he dejado de hacer, no he podido moverme ni ir a muchos sitios..., pero podéis creerme, todo eso me parece muy chiquito comparado con la vivencia del Señor al que siento tan cerca día y noche. Nada me falta para ser feliz».

Dios no la soltó de su mano. Hace siete meses fue operada de cáncer de tiroides, perdió su voz y su capacidad para comunicarse, todo lo que tenía. Y solamente siguió cogida de la mano de Dios.

SOLEDAD y Mª JESÚS
Después de la muerte de Manuela, misionera en India que falleció hace unos meses en un trágico accidente de tráfico, dos de nuestras hermanas de España partieron hacia ese país, Ana María Tarinas y Soledad Rubio. No hacía mucho tiempo que ésta última había llegado a España para retirarse tras 40 años en India. Esta decisión fue muy dura para ella, pues siempre había querido morir en la misión. Sin embargo, dadas ya sus limitaciones, decidió no convertirse en una carga para las hermanas de allí.

La hermana Soledad
Con el vacío que dejó Manuela en la misión de India, Soledad tuvo que partir de nuevo hacia allí, donde, paradójicamente, acabó perdiendo la vida. Es como si Dios la hubiese llevado a morir donde ella siempre deseó.

Soledad era una persona con muchas cualidades humanas, coherente con su vocación, con capacidad de hacer lo que fuese. Fue por muchos años ayudante en el departamento médico de la Leprosería de Surat (India), al tiempo que se encargaba por periodos de la administración general de la Compañía. Se podía contar con Soledad para cualquier tipo de trabajo, pero lo que más ha impactado de su vida es el cariño que tuvo a los enfermos, a los que siempre quiso y con los que quiso compartir sus últimos días.

Por otro lado, recientemente hemos conocido también el fallecimiento en Lima de la hermana Mª Jesús, una persona sencilla, cercana, abierta a lo nuevo y entregada a los demás que se pasó toda su vida misionera de cocinera en la misión del Nivea. Esta hermana, un verdadero lazo de unión entre todas las demás, no dejó nunca de estar con la gente, siempre con una sonrisa en los labios. Al morir dijo lo mucho que quería a todas las hermanas y que se sentía muy querida por todas ellas. Una de ellas, la que la cuidó durante los últimos momentos, recalca que la vida de Mª Jesús le ha enseñado lo que es ser misionera de la Compañía.
La hermana María Jesús

Al contemplar a las hermanas Manuela, Celia, Soledad y Mª Jesús, que han sabido dar todo por el Reino, nos preguntamos cuál es el sentido de la vida para nosotros. La vida es un don de Dios, una preparación para la eternidad. La vida no se puede entender como algo individual o independiente de los otros. Es más, la capacidad de vivirla plenamente es optar e interesarse por los que son mayoría en la humanidad, es decir, por “los desheredados de la tierra”, personas necesitadas a todos los niveles. Esta opción por la vida nos dará la capacidad para ser felices, saber vivirla en plenitud y saber entregarla como germen de vida nueva.

Ésta ha sido la trayectoria de estas hermanas que han sabido vivir su vida en entrega a Dios y a los hermanos, pasando por sus luces y sombras en ese camino hacia el Padre Dios.

Carta de la hermana Celia

Queridísimas hermanas:
Cuando he empezado a escribir esta carta tenía un poco de miedo de no saber expresar bien los motivos que me han llevado a tomar la decisión, aparentemente incomprensible, de irme a vivir a esta residencia que se acaba de abrir para los enfermos de esclerosis múltiple. De pronto me ha venido a la memoria una idea luminosa, y le ha dicho al Señor “Hazlo Tú”, y llena de confianza me pongo al ordenador y comienzo.

A mis veintitantos años durante unos ejercicios cuando no tenía ni asomos de vocación oí esta frase: “ la vida solo sirve para darla.” A los pocos meses entraba en la Compañía. Aquella frase, que se me había grabado en el alma, sigue muy viva hoy.

Estos días copiando los ejercicios espirituales del P. Carrasquilla, me encontré una idea que también se me ha quedado grabada: ”Para revelar a Dios, Cristo se nos mete en la vida, se hace un hombre como nosotros”; se hace uno de tantos.

También estos días, y estoy convencida, no por casualidad, he vuelto a escuchar esta frase: “una misionera no se jubila jamás”. ¿Por qué me vino a la memoria esta historia? No lo se.

Pero son estas tres ideas que os he dicho al principio, las que me han convencido, sin una sombra de duda, de que a mis 71 años sigo siendo misionera de la Compañía en activo, con deseos de anunciar al Señor, desde mi situación privilegiada de minusválida, circunstancia que Carta de la hermana Celia me posibilita el ser, como Jesús “ uno de tantos” entre aquellos enfermos.

Y como la vida solo sirve para darla pues pienso, después de las vivencias que os he contado, que el Señor me pide que dé la mía, compartiéndola y siendo uno de tantos entre los enfermos que viven en esta residencia.

Y termino diciendo a todas cuanto os quiero. Agradezco todo lo que me habéis ayudado siempre con vuestra paciencia, cariño, comprensión. No me olvidéis en vuestras oraciones, porque el espíritu está pronto pero la carne es flaca.
Celia

Ideas para el perfil del laico/a de la Compañía Misionera

  • Tomar claro la opción de trabajar por los más pobres y necesitados dentro del campo o frente que se está desempeñando ya sea en la familia, profesión, grupos y demás.
  • Por medio de las hermanas conocer el carisma de la Compañía Misionera y los campos de trabajo donde ellas realizan y viven su vocación misionera.
  • Sentir el compromiso misionero de extender el Reino de Dios en la tierra que es la liberación del hombre su obra maestra.
  • Entregar parte se su tiempo en formación de grupo ó individual para tener una proyección más eficaz y eficiente en el trabajo misionero.
  • Fomentar actividades espirituales y materiales en beneficio de nuestra propia vocación, implicando en ello a otras personas que sienten el deseo de compartir algo con los demás.
Margarita María Arroyave
Misionera laica de la Compañía en Colombia

Feliz Navidad

Y Dios vio que los seres humanos
amaban la totalidad de la creación,
las estrellas, y el sol, el día y la noche,
la tierra y el agua, y a todos los humanos.

Y dijo Dios: “Eso es bueno”.

Y fue el tercer día del planeta de la
felicidad.
Y Dios vio que los seres humanos

eliminaban el hambre,
la enfermedad, la ignorancia, y
el sufrimiento en toda la tierra,
proporcionando a cada persona humana

una vida decente consciente y feliz,
controlando la avidez, la fuerza y la
riqueza
de unos pocos.

Y dijo Dios: “Eso es bueno”.

Y fue el cuarto día del planeta de la
justicia.

Robert Muller