jueves, 3 de septiembre de 2009

Un pueblo que resurge de las cenizas

Quieren conocer el trozo del mundo donde viven nuestras hermanas, Micaela Sánchez, Carmen Cardosa, Caqui Picón y Hasumati Gamit? Ellas se fueron lejos, muy lejos. El mundo en el que viven y la tarea que realizan es lo que el Puente Misionero les quiere contar hoy.

Camboya es un pequeño país tropical, arrinconado precariamente en la península del sureste asiático, entre Tailandia, Laos, Vietnam y el mar de la China al Sur.

Rara vez en la historia humana, una nación estuvo tan metida en guerras, autogenocidios, trabajos forzados y autodestrucción como Camboya en los finales del siglo XX. Esta historia data de hace dos mil años. Entre los siglos IX y XIII (“Periodo Amgkor”) los reyes camboyanos controlaban vastas porciones de la península Indochina. Fue un periodo marcado por logros científicos, culturales y religiosos: fue “su siglo de oro”. En la mitad del siglo XIX el país fue colonizado por Francia y fue entonces parte de la Indochina Francesa. Los vietnamitas primero, y los norteamericanos después (que en 1969 la bombardearon para destruir las instalaciones militares), la destrozaron. En 1970 el ejercito norteamericano, invade Camboya matando e hiriendo a civiles y destruyendo mercados, campos de arroz y aldeas, en busca de comunistas vietnamitas. La acción militar estadounidense terminó en agosto de 1973 pero las guerras civiles continuaron.

Un movimiento comunista –el Khmer Rojo–, unido a vietnamitas declaró “el Año Cero”, es decir el comienzo de una nueva era. Y empezó un programa extremo de reconstrucción social. Para lograr estas metas Camboya fue aislada bajo un grueso velo de secreto. Las comunicaciones cortadas, las fronteras custodiadas, se acabó la mecanización y el trabajo manual reemplazó a éste, y todos los camboyanos se convirtieron en trabajadores campesinos, lo mismo hombres que mujeres o niños, trabajando 18 horas al día.

Para forjar el “Año Cero” se declaró ilegal casi todo lo que evocaba las bases culturales de Camboya. En la mayoría de los casos la familia perdía todo contacto y los niños vivían separados de sus padres.

Lo que está infectado debe ser extraído, es la filosofía para la purificación social: los menos “puros” que los campesinos eran eliminados sistemáticamente. Cualquier causa era suficiente para ser ejecutado, en presencia de los familiares que no podían llorar porque ello era cuestionar los juicios del sistema. Seguiríamos contando casos y cosas absurdas: cadáveres y tumbas comunes se dispersaban alrededor de todas las aldeas. Los camboyanos comenzaron a llamar a su tierra “Los campos de la muerte”.

Y ¿hoy qué? ¿Como sigue la historia?. En la Navidad de 1978 las fuerzas vietnamitas ayudadas por pequeño contingente de disidentes de Khmer Rojo atacaron ferozmente Phnom Pemh la capital y el 7 de enero de 1979 tomaron el control del país. El país estaba en ruinas, todo reducido a escombros, sin luz, sin comercio, sin moneda, todo había sido abolido. Los supervivientes del holocausto –murieron alrededor de 2,000.000– y con sus vidas destrozadas buscaron las fuerzas para reconstruir sus propias vidas y su nación.

Nuestra comunidad

La Compañía Misionera en Camboya esta ubicada en Poipet, en la frontera con Tailandia. Somos una comunidad de 5 hermanas: Micaela y Paqui (españolas); Hasu y Gomi (indias); y Carmen (peruana). Nuestras diferentes nacionalidades manifiestan ya nuestra universalidad cultural, eclesial y el estar llamadas a vivir en comunión para ser signo de fraternidad universal. Queremos ser testigos de la presencia de Dios y los valores del Reino para colaborar en su proyecto de Vida para este pueblo. Para poder colaborar con ese plan de Dios, tenemos que descubrir por dónde Dios le da la Vida a este pueblo, por dónde en su religión, por dónde en sus manifestaciones culturales y tradiciones, por dónde en lo que viven cada día. Por dónde…? Conscientes que no podemos hacernos cargo de esta tarea sin conocer bien su lengua y también por razones prácticas de trabajo durante este año nuestra comunidad le está dando prioridad al estudio de la lengua khmer.

Nos gustaría poder comprender mejor la manera como entienden y viven los camboyanos su religión y cómo se relacionan con lo trascendente, nos mueve el deseo de compartir la vida con ellos de una manera sencilla y fraterna. Hemos comprado un terreno en una zona cercana a la gente y tenemos el plan de construir nuestra casa y una casa de acogida para jóvenes. Ponemos en las manos de Dios nuestro objetivo de vida y misión y confiamos en que Dios nos irá guiando y mostrando el camino por dónde y cómo irlo concretizarlo.

LA COMUNIDAD CRISTIANA

La Comunidad Cristiana en Poipet es muy pequeña. Esta formada por unas 10 familias de ascendencia vietnamita y unos 12 jóvenes camboyanos que fueron bautizados en los últimos años. Con ellos y con los niños y jóvenes del internado que tienen los Don Bosco, que son unos 30, celebramos cada domingo la misa. El pequeño espacio con que contamos para la Eucaristía se queda repleto de gente. Tenemos grupos de catequesis a todos los niveles: Principiantes, para Bautismo, para Confirmación y adultos. Sin embargo somos conscientes que todavía hay una carencia de formación, por eso uno de nuestros mayores esfuerzos esta dedicado a la formación de catequistas y desde ellos a toda la comunidad cristiana.

Camboya es un país mayoritariamente Budista, para ellos nosotros los cristianos somos de la “religión extranjera”, se puede decir que nos ven como en nuestros países católicos vemos a las sectas. Los católicos en general tenemos una postura respetuosa frente a su religión, tradición y costumbres, no imponemos nada ni rechazamos lo suyo. Lo interesante es ver como cada vez son más los camboyanos que se bautizan y acogen el evangelio en sus vidas. Nuestra Iglesia les ofrece una formación en la fe, un horizonte, un camino por donde andar, viene a llenar un vacío que la religión budista a causa de tanta necesidad y pobreza no ha podido ofrecer.

Es aquí donde vemos que nuestra Iglesia tiene un desafío y a la vez una oportunidad, la de saber ser presencia de Dios, mostrar a nuestros hermanos camboyanos que en sus luchas diarias por sobrevivir y ganarse el pan de cada día no están solos, que Dios está luchando con ellos, que Dios esta dándole fuerzas y ánimo para vencer las adversidades que les toca afrontar. Que nuestro Dios no solo quiere su bienestar material, sino que quiere llegar a ser el centro de sus vidas, la fuente de Vida que sacie todo deseo y aplaque sus ansiedades, quiere ser lo que de sentido a sus vidas. Saber ser signos que muestren el rostro amoroso y cercano de Dios es nuestra tarea.

Hace poco, el 24 de mayo celebramos la Ordenación Sacerdotal de Jub, un tailandés jesuita que se ordeno en nuestra diócesis de Battambang para el servicio de los camboyanos. La gente allí reunida, unas dos mil personas, vibramos todos con la sencillez y profundidad de la celebración. La vocación de Jub nació, se fortaleció y se consolidó en Camboya, estando al servicio de ellos como voluntario reconoció la voz de Dios que lo llamaba para una consagración total a Dios y a los hermanos. Ese gran día, todos fuimos testigos de la obra que Dios hace hoy y aquí en Camboya con los que le abren el corazón.



Escolarización para los niños más pobres de Poipet (Camboya)

Una manera que hemos encontrado de mostrar el amor y la cercanía de Dios a nuestros hermanos es a través de un pequeño programa que llamamos “Niñ@s de Esperanza”. Se trata de ayudar a niñ@s de familias pobres y necesitadas para que vayan a la escuela. Les facilitamos los útiles escolares y les damos un aporte mensual en arroz, sardinas y útiles de aseo personal. La falta de escolarización es una de las mayores necesidades que encontramos en Poipet. Lo común es encontrar niños y niñas entre 9 y 15 años trabajando para ayudar a sus familias, o que son ellos los encargados de cuidar a sus hermanos menores. Aquí en Poipet la gente pobre solo piensa en cómo conseguir la comida ese día, si tienen suerte conseguirán unos 2 dólares para solucionar su existencia ese día y así uno sobre otro… El interés o dedicación por la educación de los niños, como suele pasar en nuestros países, todavía no es parte de su rutina o preocupación.

Lok Vuanna es el jefe de uno de los pueblos donde ayudamos a algun@s niñ@s con estas becas de escolarización, él y su personal que conocen bien la realidad de las familias nos ayudan con la elección de los niños. Desminando una zona de Poipet, Lok Vuanna sufrió un accidente de mina y desde entonces quedo amputado de las dos piernas y perdió un ojo, ahora se moviliza en silla de ruedas. El dice que esta realidad suya lo hace sensible al sufrimiento y necesidad de los pobres de su pueblo. Con generosidad y cariño nos permite que cada mes tengamos encuentros con l@s niñ@s de nuestro programa en las instalaciones de su ONG.


Hacemos seguimiento a l@s nin@s en sus casas y en las escuelas a donde asisten, nos interesamos por sus vidas, problemas y necesidades; los visitamos, escuchamos y animamos a que asistan a la escuela, a que sean aseados y educados; queremos que empiecen a adquirir valores como el respeto, la responsabilidad, la honestidad, la generosidad…Por eso en los encuentros mensuales una profesora khmer a través de historias, cantos y juegos les inculca algún valor. Lo gratificante de esta tarea es la respuesta que l@s niñ@s y sus padres van dando, empiezan a hacerse cargo del valor de la educación y muestran interés por aprender y hacernos ver sus avances en el aprendizaje a pesar de la pobreza de la educación en las escuelas. Pero quizá lo que más nos hace vibrar es ver como poco a poco los rostros y sonrisas de nuestro niñ@s van cambiando. La cara triste y desolada del niño o la niña que vimos por primera vez se va convirtiendo en un rostro alegre, esperanzado e iluminado por una hermosa sonrisa. Cada vez que los encontramos nos reciben con un acogedor y expresivo “Chumbriesuo Bong Srai” (Hola hermana!).

Carta desde Perú

En el umbral de mis 60 años, me estaba planteando cambiar de estilo de vida. El trabajo que hasta este momento, casi había sido el centro de mi vida, se estaba convirtiendo en algo rutinario. Me movía en un entorno en que reinaba la desconfianza, competitividad y susceptibilidad. Yo me preguntaba ¿todo esto para qué? Me parecía vivir una vida sin sentido, me cuestionaba la necesidad de un cambio, y decidí dejar el trabajo (ceder el campo a los jóvenes) y dedicar parte de mi tiempo a trabajos sociales en una organización solidaria con visión clara de Dios.

Fue entonces cuando la Hna. Rosa me animo a solicitar a la Compañía Misionera la posibilidad de partir a tierras de misión. Tomé el compromiso.


Una vez recibido el SI de la Compañía me encomendé al Señor y partí, por un año, rumbo a Perú –Misió
n de San Lorenzo en la Amazonia-Departamento de Loreto dispuesta a aceptar lo que el Señor quisiera de mí.

Mi experiencia en la selva ha reforzado mi fe en Dios. No puedo resignarme a que todo sea un puro azar privado de cualquier sentido. Hay realmente un sentido, una orientación en todo, ello me da fuerzas para no desanimarme, hacer el bien a mis semejantes aunque no pueda apreciar resultados. La tendencia de muchos cristianos en pensar de que el mundo de hoy no tiene solución es un error. Ahora no olvido que el mundo es obra de Dios. Si todos, en grupo e individualmente luchamos para ser mejores el mundo será también un poquito mejor.

Montserrat Cabré.