domingo, 30 de diciembre de 2012

Navidad 2012


Navidad 2012:  
Un tiempo para 
la esperanza y la solidaridad

Si echamos una mirada panorámica a lo que está sucediendo hoy podremos ver que los signos de nuestro tiempo son, cuando menos, alarmantes. Si tuviéramos que nombrarlos hablaríamos de crisis, desastres, guerras, pobreza, injusticias… Es verdad son tiempos difíciles, pero... ¿no será también que hemos sido presa fácil y nos hemos dejado llevar por el pesimismo, el miedo, y la impotencia ante todo lo que “tenemos encima”?

Es posible, pero todavía tenemos tiempo, el tiempo de prepararnos, de respirar profundamente y dejar un espacio para la esperanza, aquella que sabe a acogida, alegría, amor, ternura, libertad, solidaridad..., en la que nadie se quede atrás, esa que se encarnó en una persona concreta, Jesús de Nazaret, y que fue capaz de revertir la historia.

Los tiempos que vivimos no son diferentes de los tiempos de Jesús y nosotros no somos diferentes de aquellos hombres y mujeres que apostaron por un hombre y un proyecto que a primera vista era imposible de realizar. Pero creyeron en él, y empezaron a echar a andar un sueño, y tras ellos muchos hombres y mujeres siguieron sus pasos, dejando su huella, mártires de ayer y de hoy, que nos recuerdan y nos empujan a seguir caminando. Que siga la marcha, que siga la vida, ¡que nadie nos robe la esperanza!

Que esta Navidad renueve en nosotros ese sueño de Dios para cada hombre y cada mujer y para toda la creación, y que nazca la vida, la paz, el amor y la esperanza.

Las experiencias de Carolin y de Nancy son un ejemplo de que la esperanza no es para mañana, sino para hoy, el Reino de Dios está en medio de nosotros, todos somos testigos, solo tenemos que creer, confiar y seguir caminando.

Experiencia de Carolin en el Año de la Fe


Todos sabemos que el Papa Benedicto XIV ha convocado este año “Año de la fe“, en el 50º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. Aprovechando esta llamada a reflexionar sobre nuestra fe, me gustaría compartir algo sobre cómo la vivo yo en mi vida.

CÓMO VIVO MI FE

Para mí, la fe es Don de Dios, la he recibido gratuitamente. He nacido en una familia cristiana, he crecido en esta fe gracias primero a Dios que me dio una familia sobre la tierra y también a mi familia, en particular mis padres, que nos han inculcado en esta fe. Un día, cuando tenía 17 años y acababa de terminar el examen oficial para entrar en la universidad, el Señor me sorprendió con una invitación a visitar una leprosería en India, y mientras la visitaba me quedé sorprendida... Sentí que el Señor me llamaba, entonces se despertó en mí el deseo de seguir a Jesús para servir a los más pobres y necesitados, en este caso, los leprosos.


No estaba sola, tengo una hermana gemela y estaba conmigo, porque siempre íbamos juntas; le pregunté si ella sentía algo y me dijo que no, y me quede todavía más perpleja delante de este misterio tan grande. Sentí el amor profundo de Dios que me empujaba a hacer algo, y comprendí que Él esperaba algo de mí y al mismo tiempo me daba la seguridad de que me daría la fuerza para vivir esto. Esa experiencia me hizo pensar que estaba viviendo esta vida para algo, Dios me había dado la vida para algo…

Mi fe en Jesús me llevó a dejar mi familia y mi tierra para ponerme al servicio de algo que a veces no se ve; es la riqueza que no atesora cifras, sino historias. A mí esta historia de amor por los hermanos más pobres y más abandonados de la sociedad me llevó más lejos.

Más tarde descubrí que “los leprosos de la India” para el Señor eran un medio para hacerme comprender el amor universal y hacerme descubrir la vocación misionera, y que pedía mucho más de lo que yo imaginaba. Tenía que dejar a los míos e ir hacia otros distintos, otra raza, otro color, otra lengua, otra cultura... Pero todos creados y queridos por el mismo Dios.


Entonces me marche al Congo (antes se llamaba Zaire) donde llevo 17 años viviendo este misterio del amor de Dios en mi vida, y lo vivo como un milagro en la vida diaria que se realiza en la misión. Estoy convencida de que sin la ayuda del Señor, esto no sería posible, pero con Dios todo es posible. He vivido ya dos guerras allí y he aprendido mucho de la gente que tanto nos quiere.

Ellos me han enseñado paciencia, fuerza ante el sufrimiento, capacidad de aceptación ante las situaciones más difíciles siempre con alegría, estar contenta con poco, el compartir, la solidaridad y el amor universal, que todos somos hermanos y que es posible vivir el amor fraterno aun siendo de distintos colores, razas y culturas. Como dice Jesús: “el que deja un padre, una madre, hermanos y tierra va a recibir cien veces más”, pues esta es mi experiencia, en un país extraño tengo muchas madres, padres y hermanos Puedo decir con certeza que estoy feliz de ser “misionera de Jesús”.

Carolin Macwan

La misión es hoy


Queridas hermanas laicas y religiosas de la Compañía Misionera, hace más de un mes que regresé de Macaya y quiero compartir con ustedes lo que ha significado y sigue significando en mi vida, el tiempo de misión en la comunidad Shipiba de Caco-Macaya, Alto Ucayali-Perú. Hacía 28 años que no regresaba a esta comunidad. Carmen Pérez, (Cabi, su nombre shipibo y miembro de esa comunidad religiosa) me esperaba en Pucallpa, y juntas, hicimos el viaje en una embarcación hasta la comunidad.

Una de las experiencias más significativas vividas durante ese tiempo fue el compartir una problemática que hace tiempo estaba viviendo la comunidad por la presencia de la compañía petrolera, Cepsa. Los dirigentes de la comunidad, preocupados, pidieron asesoramiento a Cabi, y que se les diera un curso de informática para poder utilizar bien las computadoras que la empresa entregó, seis en concreto, a cambio de que los dejaran entrar para hacer un estudio de línea base (ver los depósitos de petróleo).

Ese espacio fue un rico encuentro ya que a través del estudio tuvimos momentos de reflexión, lectura, análisis de la problemática petrolera y de la situación en la cual estaban frente al accionar de la empresa, quien ahora pretende ingresar para abrir dos pozos exploratorios y uno confirmatorio. Este análisis ayudó para que a partir de ahora los comuneros puedan exponer, hablar frente a los representantes sin temor, con argumentos, sobre los daños que la empresa ha hecho en el tema de medio ambiente. Un tema delicado que se tiene que ir analizando y evaluando.

La pequeña comunidad cristiana es también un símbolo del caminar lento pero seguro de este grupo. En lo posible se reúnen cada domingo, acompañados por Cabi, y se escucha, se habla, se reflexiona la palabra de Dios en Shipibo, que es el idioma mayoritario.

Cocinar con la leña no fue fácil, ir por agua al pozo es todo un rito; hacer los quehaceres de la casa; conversar y acoger a las personas que llegan a la casa por medicina, por consejo o llevando pescado, yuca, plátano, como trueque por otros alimentos, o escuchar a los vecinitos que llegan en busca de sus pollos que se metieron a nuestro huerto; preparar y dar las clases de computación y las de religión para la escuela; atender a los bebés que lloran; aprender parte del idioma; escuchar apenas una radio que se le iba la señal; estar fuera del internet, fue toda una riqueza, no era problema para mí.

No quiero dejar de agradecer a Dios por todo lo vivido, por las muestras de afecto de las personas de Macaya que me conmovieron el corazón, así también por el cariño de Cabi, su gran amor por cada persona, su testimonio de vida. Un abrazo fraterno lleno de mucha alegría. ¡Dios es grande!

Nancy M. Chávez N.

(Corin Same, nombre en Shipibo)

viernes, 19 de octubre de 2012

Llamados a hacer que la Palabra de verdad resplandezca



En el marco de la crisis mundial estamos también viviendo la crisis de la fe, que se ha perdido en el seguimiento a Jesús y en los valores éticos, y con dolor vemos toda esa explotación de la persona, de los países y de los derechos humanos. Cada uno en su vida busca solo su propio provecho y beneficio. ¿Dónde quedaron la honestidad, la justicia y todo aquello que engrandece al hombre? 

Hay que volver la mirada al Vaticano ll en su mandato misionero que implica mirarnos como hermanos y trabajar para que todos tengan una vida digna como hijos de Dios. 

“Los inmensos horizontes de la misión, la complejidad de la presente situación requieren hoy modalidades nuevas para poder comunicar eficazmente la palabra de Dios. Ello exige, ante todo, una renovada adhesión de fe personal y comunitaria al Evangelio de Jesucristo, en el momento de profundos cambios que está viviendo la humanidad” (Benedicto XVl ). 

La falta de fe en la vida y en los hombres, nos lleva a vivir dormidos. Dormidos ante este mundo corrupto e injusto. 

SI ESTAMOS DORMIDOS, HEMOS DE DESPERTAR 
¿Y cómo sabré si estoy dormido? Jesús nos lo dice en el evangelio: “¿Por qué decís Señor, Señor, si no hacéis lo que os digo?” Si no hacemos lo que Dios quiere y nos dedicamos a fabricarnos un Dios “tapa agujeros”, es que estamos dormidos. Lo que importa es responder a Dios con el corazón. No importa ser ateo, musulmán o católico, lo importante es el cambio interior y el bautismo del corazón. El estar despierto es cambiar tu corazón de piedra por uno que no se cierre a la Verdad.

La solución está en tu capacidad de comprensión y de ver otra cosa que lo que se permite uno ver. Ver lo que hay detrás de las cosas. Cuando se te abran los ojos, verás cómo todo cambia, que el pasado está muerto, porque sólo el presente está vivo si tú estás despierto en él. No mirar tanto el poder y la eficacia de los medios, sino descubrir la cercanía, la comprensión al hermano, y juntos tratar de poner lo bueno de cada cultura, de cada creencia, para hacer un Mundo más capaz de vida y armonía en que todos nos sintamos hermanos e hijos de Dios. 

Rosa Porta 

Experiencia de interculturalidad


Nuestra vida misionera y de comunidad nos lleva a encontrarnos en nuestro día a día con otras culturas, a convivir con lo diferente. Cuando vamos a la misión, de entrada ya vamos con una predisposición, sabemos que vamos a otro estilo de vida, y estamos abiertas a él y dispuestas a aprender, a adaptarnos, a valorar todo lo bueno que tiene cada cultura. Pero además nuestras comunidades están formadas en la medida de lo posible por hermanas de distintas nacionalidades. 

Estos últimos meses, de marzo a agosto, hemos tenido en Madrid una experiencia de interculturalidad. Nos juntamos 3 hermanas que venían del Congo, 2 de India, otra del Congo pero que venía de Perú, y aquí estábamos una colombiana y yo, Española, más otras dos hermanas Españolas que acompañaban al grupo. Los primeros meses fueron para aprender el español, y en los últimos estuvimos recibiendo varios cursos, unos en relación con la Compañía y otros para enriquecer la experiencia. Uno de ellos era precisamente sobre interculturalidad, y veíamos que aunque se puede tener por naturaleza una cierta sensibilidad intercultural, el vivir con otros, sobre todo de otras culturas (pero también entre los de una misma cultura) es algo que se va aprendiendo, pues el simple hecho de vivir juntos no implica necesariamente que se viva en interculturalidad. Cada uno debe salir un poco de su “espacio” para abrir espacios comunes, sin perder la propia identidad. 
Es una experiencia bonita la de la convivencia intercultural, se aprenden muchas cosas, tanto en el sentido material como de crecimiento humano y espiritual. Para mí, una de las cosas más importantes para vivir la interculturalidad es la actitud, estar abiertos a lo nuevo, a lo diferente, a aprender unos de otros, y a aprender nuevos lenguajes, es decir, nuevas formas de expresar una misma cosa, como la acogida, la alegría, la tristeza, la fe,… Y para nosotras, la raíz de esta actitud nace del deseo de vivir la fraternidad universal a la que nos invita Jesús y que nos recuerdan nuestras Constituciones. 

Como he dicho antes, nuestro primer tiempo juntas fue cuando aprendían el español las hermanas de otras lenguas. Ese fue un tiempo duro para ellas, pero a la vez divertido, pues nos tomábamos con humor las equivocaciones, los malentendidos,… nos reíamos mucho con todo eso, pero no era un “reírnos de” sino un “reírnos con”, reírnos juntas. También de nuestra parte las ayudábamos en lo que podíamos. Iban a clases, tenían deberes,… hasta acabar “hasta el moño”, expresión que aprendieron muy pronto. 

Una cosa importante para podernos comprender mejor y crear espacios comunes es conocer el lugar de dónde viene el otro, sus costumbres, su cultura, su forma de vivir desde el Espíritu,... en la medida de lo posible. Esto lo hicimos de manera un poco oficial al presentar la realidad de nuestros países a los distintos niveles (político, económico, religioso, cultural,…) a las otras, y un poco más a fondo la parte cultural en el curso de interculturalidad, pero también lo hicimos informalmente, empezando por las cosas más ordinarias, como las comidas, música o bailes de cada país, que hemos ido conociendo y aprendiendo. Esa para mí ha sido una parte muy divertida e interesante, y que nos ha ayudado a conocernos y a crear relaciones, pues era hacer cosas juntas, enseñarnos unas a otras,… Todas coincidíamos en que la cocina era el lugar más animado. Cocinábamos de dos en dos, pero a veces íbamos apareciendo por la cocina las demás, a ver que se cocía por allí, a ayudar y de paso aprender. Los sabores son diferentes, pero yo misma me sorprendía de cómo me iba acostumbrando a ellos hasta disfrutarlos, y lo digo sobre todo por las especias de India, las masalas, porque a mí al principio me asustaba tanta especia. 

Eso que decía de salir un poco del propio espacio para abrir espacios comunes a veces no es tan fácil, porque implica diferentes maneras de hacer las cosas, ritmos más rápidos o más lentos,… se necesita paciencia, con el otro y con uno mismo, y muchas veces morir a lo propio. Pero es realmente un regalo tener la oportunidad de poder vivir juntas personas de lugares tan tan diferentes, y más cuando nos une un fin común. Cada vez que lo pienso me sale la acción de gracias y se me renueva el ánimo y la disposición para crear esos espacios. 

Me gustaría poder viajar, aunque fuera como en una película, a los lugares donde han crecido cada una de ellas, convivir con su familia, vivir como ellas,… En el curso de interculturalidad coincidíamos muchas en que para conocer más de cerca una cultura era muy importante el acercarse a la gente del lugar, y si es posible, vivir unos días con una familia. Y a partir de ahí, se comprenden muchas cosas del otro. 

El darme cuenta de todas estas cosas me ayuda para mi vida, me enseña a interesarme por conocer, a tener paciencia, a valorar, lo propio y lo ajeno, y a hacerme consciente de que me estoy enriqueciendo, que nos enriquecemos mutuamente. Aunque tengamos cada uno nuestra propia identidad, desde nuestra cultura y todo lo que hemos vivido, el contacto y la vivencia de otras cosas, de otras maneras, de otras formas de expresar,… no pasan por nosotros sin dejar una huella, hay cosas que pasan a formar parte de nosotros, y de esa forma nos enriquecen. Sería bonito pararse a pensar qué me ha dado, qué he aprendido de este lugar, de esta persona que es de tal lugar,… 

En la capilla de la casa teníamos un letrero que desde el principio nos motivó: “Convocadas en torno a Jesús para una misión universal. ¡Te damos gracias, Señor!” Esta frase nos recordaba que quien nos reúne es Jesús, y para algo concreto, y nos llevaba también al agradecimiento. Un día, no recuerdo en qué circunstancia, a una le salió, medio en broma, pero en el fondo también en serio, decir “todo por Jesús”, y después la hemos usado muchas veces. Pero realmente en el grupo hemos sentido la presencia del Espíritu que ha hecho posible esta vivencia, y damos gracias por ella, y por los lazos que hemos creado unas con otras, que no sólo nos acercan entre nosotras, sino también a las distintas misiones donde cada una esté. Sólo nos queda poder hacer vida todo esto en los destinos que a cada una nos den. 

Marta Iturralde 

Mahad: una nueva comunidad en India


La Misión de Mahad pertenece a la Diócesis de Mumbai. Mahad es una ciudad importante situada en la ribera del río Savitri y un Ayuntamiento Municipal de la Comarca Raigadh en el estado de Maharashtra que está situado a unos 175 Km., al sur de Mumbai. Tiene una población de más de 50.000 habitantes.

Mahad tiene una tradición propia debido a su mitología, importancia histórica, social y cultural. Ciudad, vibrante y activa en los sectores industriales, políticos, sociales y culturales, ha influido en las vidas de algunas grandes personalidades. 
Puriel nos comparte algo de la vida de la comunidad tras su llegada a la misión: 
Han pasado dos meses desde que llegamos a esta nueva misión de Mahad. Los sacerdotes diocesanos tienen un centro/ parroquia en el que llevan un internado para los niños de la tribu Katkari junto con el programa de desarrollo de las aldeas. El pueblo donde vivimos se conoce como “Nangaon” que está a unos 8 Km. de este centro. Vivimos en una habitación que nos sirve de comedor-cocina-dormitorio, con un cuarto de baño, una capilla y una sala de comunidad. Esta casita pertenece a los padres diocesanos. 

Según lo acordado con los padres, vamos a estar aquí durante un año hasta que encontremos nuestro propio lugar. Anila, Panna y yo nos estamos adaptando poco a poco a lo que es nuevo y vamos familiarizándonos con el lugar, la gente y la cultura. De acuerdo con nuestro compromiso, dos de nosotras damos catequesis en la parroquia después de la Eucaristía dominical y visitamos las familias católicas. Junto con las hermanas de las Hijas de la Cruz que también se encuentran en esta misión y nos vamos turnando en la animación de la liturgia del domingo. 

Con el fin de comunicarnos con la gente y llegar a conocerlos mejor, estamos tratando de hacer un esfuerzo para aprender y practicar la lengua “Marathi”, a veces diciendo adiós en Gujarati y Gamit. Aquí no hay acceso a Internet pero recibimos los periódicos en inglés y en Marathi todos los días. 

El párroco P. Barhol, P. Sunil y el coordinador, Sr.Das, son muy amables y serviciales con nosotras en el comienzo de nuestro caminar. Nos acompañaron a los pueblos donde vamos a trabajar. Al ver el lugar, creo que estamos realmente en el sitio que es propio de la Compañía. El pueblo que hemos visitado tiene 80 familias (con 2 o 3 familias que viven bajo un mismo techo). Tiene una escuela primaria hasta el grado IV, después de lo cual los alumnos abandonan los estudios y van en busca de trabajo ya que no tienen su propio terreno ni los medios de apoyo. 

El 23 de julio fuimos a la misma aldea acompañadas por el animador, en la que se organizó una reunión con los lideres y el jefe del pueblo que tiene el cargo oficial. 

A nivel comunitario tenemos organizada nuestra vida diaria. Nos levantamos a las 5:30 am. y luego tenemos la oración comunitaria a las 7:00 am. Tenemos la eucaristía solo los viernes donde el personal de la misión (staff), que son católicos, también participa como una sola familia. Cada domingo por la mañana a las 6:00 am. vamos a la parroquia para la eucaristía viajando en una furgoneta donde recogen leche. Hay 30 familias católicas en la parroquia que proceden de la región del sur de la India (Goa, Mangalore, Andhra Pradesh, Kerela y Karnataka). Es un encuentro que nos da la oportunidad de conocerlos. 

Desde lejos las recordamos y tenemos a unas y otras en nuestras oraciones y de manera especial en la fiesta de San Ignacio.

Puriel Fernandes 

Fiesta con los amigos de la Compañía


Empezamos a prepararnos para este día con una reunión entre nosotras tres para planear. Estábamos un poco nerviosas por no saber dónde poner tanta gente en nuestra casa tan pequeña. No es como en Gujarat donde la gente se sienta en el suelo y el espacio nunca es problema. Aquí no solo falta espacio, también sillas. 

Después tuvimos otra reunión para preparar lo que queríamos transmitir de nuestro Carisma, así como algo de comida y algunos juegos para disfrutar después. 


Todas nos pusimos a trabajar los detalles. cada una se responsabilizó de una parte. Nos quedamos con algo sencillo que preparamos en casa. 


Para poder acomodar todos tuvimos que vaciar todo los muebles de la casa arriba y poner sillas. Los vecinos de todos lados vinieron a nuestro auxilio y nos dieron sillas, y al final tuvimos suficiente para acomodar muy bien a 60 personas. 



Dimos el mensaje de quiénes somos y qué hacemos, como primer paso para despertar en ellos el espíritu misionero. Fue interesante notar cómo la gente nos veía y nos observaba, y fue esperanzador leer el “feed back” de algunas de las vecinas en una carta que nos escribieron. En ella, expresando su gratitud, dicen: “La charla de introducción seguido por el vídeo era una revelación de servicio misionero hacia la gente en áreas tan lejos de Surat. Vuestra manera de vestir como la gente es una indicación de vuestra SER y HACER con ellos, desde ellos y para ellos. La afección y el interés colectivo”. 


Nosotras podemos decir que esta ocasión nos ha traído muy cerca a la gente de nuestra calle. Más tarde nos dijeron “Ahora entendemos por qué sois como sois después de todo lo que hemos visto y oído hoy”. 


Puedo decir que esto ha sido posible gracias a todo el trabajo realizado a lo largo de los años por las hermanas que nos han precedido. Las hermanas que han pasado por aquí en su manera ha dejado el espíritu misionero vivo. 

martes, 13 de marzo de 2012

Muerte-Resurección


Recios tiempos estamos viviendo… ¡Cuantas cosas se nos han muerto!... ¡Cuantas!... ¿Hacemos una lista? No quiero hacerla yo sola, aporten y veamos cuán larga es. Los medios ponen ante nuestros ojos, cada día, cuánta hambre, cuánto dolor y cuántas lágrimas por el mundo. De tanta tragedia no se escapa ni el primer mundo, ni el segundo, ni el tercero… ¡Y que casualidad!... los que más mueren, los que más sufren, los que más lloran son los pobres de los tres mundos. Mueren ellos y sus cosas: sus poblados, sus casas, sus chozas, sus animales, sus cosechas y sus esperanzas e ilusiones… y por no tener, no tienen ni un sitio donde ser dignamente sepultados.

Y nosotros, ante el televisor, no lloramos. Se nos han hecho tan familiares las escenas de guerra, terrorismo, tsunamis, inundaciones que ya somos incapaces de llorar. ¿Es que se ha muerto en nosotros también algo?... sentimientos, ternura, misericordia, solidaridad… ¡todo eso que pasa está tan lejos! Y no, tanta muerte y tanto dolor pasan también muy cerca, quizás en nuestras mismas familias, entre nuestros amigos y vecinos.

Las encuestas hablan… más de 5.000.000 de hombre y mujeres sin trabajo, con todo lo que ello representa: sin casa, aquella que compraron con tanta ilusión, sin coche (no en el que iban de excursión, sino a trabajar), sin pan ni arroz que tienen que ir a “Cáritas” para conseguirlo. Y miles de empresas cerradas (muertas). En un periódico del pasado 19 de enero leo lo siguiente: “el tramo entre la calle Velazquez y Goya (primerísimo mundo) es un reguero de “cadáveres comerciales”. Han sucumbido el 30 % de tiendas.

¡Tenemos que despertar, y no para llorar!... Tienen que resucitar nuestros sentimientos, nuestras ternuras, nuestras misericordias y nuestras solidaridades… Hay mucha gente que está resucitando. La pobre mujer jubilada que tiene poca cosa, pero al menos tiene un piso no muy grande, donde se ajusta para acoger a un matrimonio, con un montón de hijos, que ha sido desahuciado.

Aquella otra que cree que no puede hacer nada y buscando en su pequeña despensa ve una bolsa de arroz y coge la mitad para dársela a una vecina, y dos tabletas de chocolate y coge una, y así con pequeñas cosas va llenando una bolsa de plástico que ya no tiene fuerzas para cargar… Así muchas otras resurrecciones que podéis vosotros/as ayudarme a hacer una lista tan larga como las de muertes. Cáritas y Manos Unidas nos pueden ayudar en esto.

¡Y vamos a resucitar!... porque aunque se nos han muerto muchas cosas, no se nos ha muerto la fe en AQUÉL que dijo: “Yo resucitaré, vosotros también resucitareis”…

Josefina Nieto

Nuestro caminar entre los afrodescendientes


Me han pedido que escriba algo sobre nuestro trabajo con los afrodescendientes y aunque hay poco o nada que no se haya dicho, me he decidido a hacerlo poniendo el énfasis en los “nuevos retos” de nuestra presencia misionera entre este colectivo considerado la mayor minoría étnica de nuestro país, en el presente siglo.

Sintetizando lo vivido durante cuarenta y tres años de presencia en el Pacífico Colombiano, da gusto pensar que, entre luces y sombras, hemos caminado al lado de los afrodescendientes en el Chocó, Buenaventura, Guapi y desde hace diez años cerca a nuestros hermanos Haitianos.

A través de las más diversas actividades, hemos abierto camino en varios flancos de la evangelización y la promoción humana; o hemos continuado el trabajo iniciado por otros, Javerianos y Lauritas en el Chocó, varias comunidades en Buenaventura y Guapi al igual que en Bombardópolis.
Con alegría y responsabilidad, hemos apoyado grupos de oración, de trabajo comunitario, formación de jóvenes seminaristas; jóvenes sacerdotes, forjando iglesia con ilusión, dando testimonio de la llegada del Reino a pesar de sus límites y pecados; hemos acompañado el crecimiento de las Iglesias locales que nos han acogido; hemos gozado viendo como muchas familias ven a sus hijos profesionalizarse y ubicarse mejor económicamente como también comprometerse en la organización y promoción de sus poblados; hemos acompañado la creación de microempresas familiares y comunitarias forjando con su trabajo un futuro más prometedor que el generado por la dependencia; grupos apostólicos, de oración, de niños y adolescentes misioneros, promotores rurales forjando caminos nuevos desde lo social y en el campo de la salud, escuelas y colegios organizándose desde la perspectiva de la fe en Jesús y de la pertenencia eclesial.

Sin embargo, también hemos sufrido al ver como nuestros límites y pecados ensombrecen nuestro testimonio; o al observar como pueblos que visitamos hace más de treinta años siguen viviendo, como si se hubieran estancado en el tiempo; y no menos sufrimiento nos causa constatar como la pobreza, en nuestros pueblos, adquiere cada vez más un claro rostro de mujer; que para muchos de nuestros niños y nuestros jóvenes, el horizonte no es totalmente esperanzador sencillamente porque la sociedad tiene “otros intereses prioritarios”…. Y porque no decir también que si por una parte nos alegra la actitud profética de muchos de nuestros obispos, la Iglesia no siempre logra hacerse escuchar en su defensa de los más débiles.

LA REALIDAD DE HOY

Como bien sabemos, Colombia acaba de firmar el famoso TLC, Tratado de Libre Comercio, que en términos comprensibles debería traducirse en oportunidades de empleo y desarrollo para las poblaciones del Pacífico, afrodescendientes en su mayoría y con Buenaventura, primer puerto de Colombia y Sudamérica sobre el Pacífico; pero la realidad es que Colombia en general, y nuestros empobrecidos pueblos en particular, no están preparados para la invasión de productos extranjeros y la lucha por la exportación masiva y sin límites, pasando por encima de quien sea y por supuesto, como lo estamos viendo en Buenaventura, la población va siendo arrinconada porque todos los espacios son pocos para construir bodegones “inconmensurables” para almacenar toda clase de productos.

Sin embargo, si algo ha caracterizado al afrodescendiente, es su capacidad para resistir, para idear salidas en donde solo se ven dificultades, y no solo lograr salir sino aportar, hacer historia con alegría y positividad. En este contexto, concretamente en Buenaventura, el Señor Obispo está liderando un movimiento de sensibilización de la sociedad civil para que se involucre en la búsqueda de los caminos que más convienen a la población y se constituya en impulsora de los megaproyectos que los gobiernos locales planean, con frecuencia, a espaldas de los intereses de los lugareños. 

Libia Londoño







Colombia


Buenaventura, 18. 10.2011

Muy queridas Hermanas: Desde este bello puerto y ciudad de Buenaventura (Colombia) les envío un cariñoso saludo en nombre propio y de mi comunidad formada por: Pilar Garcés, Libia Londoño, Rosario del Pilar Cevallos (Charito) y Carmen Gallego. 

Nuestra comunidad realiza varias funciones o misiones: Colaboramos en la Pastoral de nuestro barrio Nayita en unión con nuestra parroquia, que es la Catedral San Buenaventura; atendemos y participamos en las actividades y culto de la Capilla Ntra. Señora de Fátima, ubicada en el barrio y contigua a nuestra casa; Charito Cevallos trabaja como profesora en un barrio extremo de la ciudad, al mismo tiempo que también colabora en la pastoral de la parroquia. 

Otra actividad importante de nuestra comunidad es la acogida a nuestras Hermanas de las misiones de la zona rural: Orpúa y Guapi, cuando llegan a Buenaventura por distintos motivos, así como el enviar provisiones, y hacerles algunas diligencias, etc. 

Este año nuestras Hermanas del Gobierno Regional nos han dado la oportunidad a las Hermanas de las distintas casas de la Región de participar en dos Talleres o Cursos. El primero fue sobre reestructuración, lo dirigió la Hna. Mª Cecilia Correa, formadora de la Compañía de María. En Buenaventura lo recibimos en el mes de Mayo. El segundo fue sobre temas de Psicología: afectividad, calidad de vida humana y fraterna, etc. Nos lo impartió la Hna. Astrid Zapata, operaria catequista. Lo recibimos en el mes de julio junto con nuestras Hermanas de las comunidades de Guapi y Orpúa. Ambos talleres fueron muy enriquecedores y formativos. Damos gracias a Dios y a nuestras Hermanas del Gobierno Regional, así como a las Hermanas que nos los impartieron. 

Hermanas, estamos muy contentas de colaborar en esta misión y de servir a nuestros hermanos, pero nos entristece la violencia existente en muchas zonas del país: la guerrilla, los grupos armados al margen de la Ley, las personas desaparecidas, los muertos a causa de la violencia, etc.. Rueguen por nuestro querido país, Colombia, y en general por Latino América para que la fe en Cristo nos una de verdad y lleguemos a vivir como hermanos y hermanas.


Reciban un fuerte abrazo de parte de esta comunidad que les quiere y recuerda:

Carmen Gallego

Un momento para la esperanza


Son muchos los números del Puente Misionero que han pasado por mis manos, al ser yo la responsable de darle forma, que no contenido, pues para eso ya están las hermanas que con tanto cariño nos dan a conocer la realidad que viven. Pero en ninguno de esos números he dejado un trocito de mi vida tan grande como lo estoy haciendo ahora.

Cuando mi novio y yo tomamos la decisión de casarnos, después de cuatro años y medio de relación, teníamos claro que con las grandes necesidades que hay hoy en día en el mundo había que frenar de alguna manera todo el derroche que supone una boda. Para conseguirlo, una de las primeras ideas que nos surgió fue la de eliminar los obsequios que habitualmente se entregan a los invitados, pues en la mayoría de las veces acaban olvidados en un cajón, sin uso, y nos parecía algo totalmente prescindible. 

Así que se nos ocurrió destinar el presupuesto de los detalles de los invitados a una buena causa, buscar el medio de hacer un regalo solidario que, a su vez, fuese de gran utilidad para otras personas. Que mejor manera que hacerlo a través de las hermanas de la Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús, a las que el destino me ligó con 12 años tan fuerte que 15 años después sentí la necesidad de encontrar a Rosa, aquella misionera que de pequeña me había enseñado que todos podemos aportar algo para hacer de este mundo un mejor lugar para vivir. 

Eran muchas las necesidades y poco lo que podíamos aportar, pero después de muchas dudas entre las diferentes opciones escogimos el proyecto de alfabetización en Poipet (Camboya). Nuestra humilde aportación económica permitirá que un grupo de mujeres aprendan a leer y escribir, y ojalá que adquieran una mínima educación que las ayude a alejarse de la prostitución, tan arraigada en ese país, y que se puedan concienciar de la importancia de llevar a sus hijos a la escuela para sembrar las semillas de un futuro mejor para ellos. 

Nuestra boda no tendrá mesas llenas de figuritas de porcelana, abanicos de colores o botellas de licor en miniatura. Su lugar lo ocuparán unas tarjetas de esperanza para un grupo de camboyanas, que a partir de este momento llevaremos siempre en el corazón.

Marina Valero Mariscal 
Misión Compartida