domingo, 30 de diciembre de 2012

La misión es hoy


Queridas hermanas laicas y religiosas de la Compañía Misionera, hace más de un mes que regresé de Macaya y quiero compartir con ustedes lo que ha significado y sigue significando en mi vida, el tiempo de misión en la comunidad Shipiba de Caco-Macaya, Alto Ucayali-Perú. Hacía 28 años que no regresaba a esta comunidad. Carmen Pérez, (Cabi, su nombre shipibo y miembro de esa comunidad religiosa) me esperaba en Pucallpa, y juntas, hicimos el viaje en una embarcación hasta la comunidad.

Una de las experiencias más significativas vividas durante ese tiempo fue el compartir una problemática que hace tiempo estaba viviendo la comunidad por la presencia de la compañía petrolera, Cepsa. Los dirigentes de la comunidad, preocupados, pidieron asesoramiento a Cabi, y que se les diera un curso de informática para poder utilizar bien las computadoras que la empresa entregó, seis en concreto, a cambio de que los dejaran entrar para hacer un estudio de línea base (ver los depósitos de petróleo).

Ese espacio fue un rico encuentro ya que a través del estudio tuvimos momentos de reflexión, lectura, análisis de la problemática petrolera y de la situación en la cual estaban frente al accionar de la empresa, quien ahora pretende ingresar para abrir dos pozos exploratorios y uno confirmatorio. Este análisis ayudó para que a partir de ahora los comuneros puedan exponer, hablar frente a los representantes sin temor, con argumentos, sobre los daños que la empresa ha hecho en el tema de medio ambiente. Un tema delicado que se tiene que ir analizando y evaluando.

La pequeña comunidad cristiana es también un símbolo del caminar lento pero seguro de este grupo. En lo posible se reúnen cada domingo, acompañados por Cabi, y se escucha, se habla, se reflexiona la palabra de Dios en Shipibo, que es el idioma mayoritario.

Cocinar con la leña no fue fácil, ir por agua al pozo es todo un rito; hacer los quehaceres de la casa; conversar y acoger a las personas que llegan a la casa por medicina, por consejo o llevando pescado, yuca, plátano, como trueque por otros alimentos, o escuchar a los vecinitos que llegan en busca de sus pollos que se metieron a nuestro huerto; preparar y dar las clases de computación y las de religión para la escuela; atender a los bebés que lloran; aprender parte del idioma; escuchar apenas una radio que se le iba la señal; estar fuera del internet, fue toda una riqueza, no era problema para mí.

No quiero dejar de agradecer a Dios por todo lo vivido, por las muestras de afecto de las personas de Macaya que me conmovieron el corazón, así también por el cariño de Cabi, su gran amor por cada persona, su testimonio de vida. Un abrazo fraterno lleno de mucha alegría. ¡Dios es grande!

Nancy M. Chávez N.

(Corin Same, nombre en Shipibo)