domingo, 30 de diciembre de 2012

Experiencia de Carolin en el Año de la Fe


Todos sabemos que el Papa Benedicto XIV ha convocado este año “Año de la fe“, en el 50º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. Aprovechando esta llamada a reflexionar sobre nuestra fe, me gustaría compartir algo sobre cómo la vivo yo en mi vida.

CÓMO VIVO MI FE

Para mí, la fe es Don de Dios, la he recibido gratuitamente. He nacido en una familia cristiana, he crecido en esta fe gracias primero a Dios que me dio una familia sobre la tierra y también a mi familia, en particular mis padres, que nos han inculcado en esta fe. Un día, cuando tenía 17 años y acababa de terminar el examen oficial para entrar en la universidad, el Señor me sorprendió con una invitación a visitar una leprosería en India, y mientras la visitaba me quedé sorprendida... Sentí que el Señor me llamaba, entonces se despertó en mí el deseo de seguir a Jesús para servir a los más pobres y necesitados, en este caso, los leprosos.


No estaba sola, tengo una hermana gemela y estaba conmigo, porque siempre íbamos juntas; le pregunté si ella sentía algo y me dijo que no, y me quede todavía más perpleja delante de este misterio tan grande. Sentí el amor profundo de Dios que me empujaba a hacer algo, y comprendí que Él esperaba algo de mí y al mismo tiempo me daba la seguridad de que me daría la fuerza para vivir esto. Esa experiencia me hizo pensar que estaba viviendo esta vida para algo, Dios me había dado la vida para algo…

Mi fe en Jesús me llevó a dejar mi familia y mi tierra para ponerme al servicio de algo que a veces no se ve; es la riqueza que no atesora cifras, sino historias. A mí esta historia de amor por los hermanos más pobres y más abandonados de la sociedad me llevó más lejos.

Más tarde descubrí que “los leprosos de la India” para el Señor eran un medio para hacerme comprender el amor universal y hacerme descubrir la vocación misionera, y que pedía mucho más de lo que yo imaginaba. Tenía que dejar a los míos e ir hacia otros distintos, otra raza, otro color, otra lengua, otra cultura... Pero todos creados y queridos por el mismo Dios.


Entonces me marche al Congo (antes se llamaba Zaire) donde llevo 17 años viviendo este misterio del amor de Dios en mi vida, y lo vivo como un milagro en la vida diaria que se realiza en la misión. Estoy convencida de que sin la ayuda del Señor, esto no sería posible, pero con Dios todo es posible. He vivido ya dos guerras allí y he aprendido mucho de la gente que tanto nos quiere.

Ellos me han enseñado paciencia, fuerza ante el sufrimiento, capacidad de aceptación ante las situaciones más difíciles siempre con alegría, estar contenta con poco, el compartir, la solidaridad y el amor universal, que todos somos hermanos y que es posible vivir el amor fraterno aun siendo de distintos colores, razas y culturas. Como dice Jesús: “el que deja un padre, una madre, hermanos y tierra va a recibir cien veces más”, pues esta es mi experiencia, en un país extraño tengo muchas madres, padres y hermanos Puedo decir con certeza que estoy feliz de ser “misionera de Jesús”.

Carolin Macwan