viernes, 19 de octubre de 2012

Experiencia de interculturalidad


Nuestra vida misionera y de comunidad nos lleva a encontrarnos en nuestro día a día con otras culturas, a convivir con lo diferente. Cuando vamos a la misión, de entrada ya vamos con una predisposición, sabemos que vamos a otro estilo de vida, y estamos abiertas a él y dispuestas a aprender, a adaptarnos, a valorar todo lo bueno que tiene cada cultura. Pero además nuestras comunidades están formadas en la medida de lo posible por hermanas de distintas nacionalidades. 

Estos últimos meses, de marzo a agosto, hemos tenido en Madrid una experiencia de interculturalidad. Nos juntamos 3 hermanas que venían del Congo, 2 de India, otra del Congo pero que venía de Perú, y aquí estábamos una colombiana y yo, Española, más otras dos hermanas Españolas que acompañaban al grupo. Los primeros meses fueron para aprender el español, y en los últimos estuvimos recibiendo varios cursos, unos en relación con la Compañía y otros para enriquecer la experiencia. Uno de ellos era precisamente sobre interculturalidad, y veíamos que aunque se puede tener por naturaleza una cierta sensibilidad intercultural, el vivir con otros, sobre todo de otras culturas (pero también entre los de una misma cultura) es algo que se va aprendiendo, pues el simple hecho de vivir juntos no implica necesariamente que se viva en interculturalidad. Cada uno debe salir un poco de su “espacio” para abrir espacios comunes, sin perder la propia identidad. 
Es una experiencia bonita la de la convivencia intercultural, se aprenden muchas cosas, tanto en el sentido material como de crecimiento humano y espiritual. Para mí, una de las cosas más importantes para vivir la interculturalidad es la actitud, estar abiertos a lo nuevo, a lo diferente, a aprender unos de otros, y a aprender nuevos lenguajes, es decir, nuevas formas de expresar una misma cosa, como la acogida, la alegría, la tristeza, la fe,… Y para nosotras, la raíz de esta actitud nace del deseo de vivir la fraternidad universal a la que nos invita Jesús y que nos recuerdan nuestras Constituciones. 

Como he dicho antes, nuestro primer tiempo juntas fue cuando aprendían el español las hermanas de otras lenguas. Ese fue un tiempo duro para ellas, pero a la vez divertido, pues nos tomábamos con humor las equivocaciones, los malentendidos,… nos reíamos mucho con todo eso, pero no era un “reírnos de” sino un “reírnos con”, reírnos juntas. También de nuestra parte las ayudábamos en lo que podíamos. Iban a clases, tenían deberes,… hasta acabar “hasta el moño”, expresión que aprendieron muy pronto. 

Una cosa importante para podernos comprender mejor y crear espacios comunes es conocer el lugar de dónde viene el otro, sus costumbres, su cultura, su forma de vivir desde el Espíritu,... en la medida de lo posible. Esto lo hicimos de manera un poco oficial al presentar la realidad de nuestros países a los distintos niveles (político, económico, religioso, cultural,…) a las otras, y un poco más a fondo la parte cultural en el curso de interculturalidad, pero también lo hicimos informalmente, empezando por las cosas más ordinarias, como las comidas, música o bailes de cada país, que hemos ido conociendo y aprendiendo. Esa para mí ha sido una parte muy divertida e interesante, y que nos ha ayudado a conocernos y a crear relaciones, pues era hacer cosas juntas, enseñarnos unas a otras,… Todas coincidíamos en que la cocina era el lugar más animado. Cocinábamos de dos en dos, pero a veces íbamos apareciendo por la cocina las demás, a ver que se cocía por allí, a ayudar y de paso aprender. Los sabores son diferentes, pero yo misma me sorprendía de cómo me iba acostumbrando a ellos hasta disfrutarlos, y lo digo sobre todo por las especias de India, las masalas, porque a mí al principio me asustaba tanta especia. 

Eso que decía de salir un poco del propio espacio para abrir espacios comunes a veces no es tan fácil, porque implica diferentes maneras de hacer las cosas, ritmos más rápidos o más lentos,… se necesita paciencia, con el otro y con uno mismo, y muchas veces morir a lo propio. Pero es realmente un regalo tener la oportunidad de poder vivir juntas personas de lugares tan tan diferentes, y más cuando nos une un fin común. Cada vez que lo pienso me sale la acción de gracias y se me renueva el ánimo y la disposición para crear esos espacios. 

Me gustaría poder viajar, aunque fuera como en una película, a los lugares donde han crecido cada una de ellas, convivir con su familia, vivir como ellas,… En el curso de interculturalidad coincidíamos muchas en que para conocer más de cerca una cultura era muy importante el acercarse a la gente del lugar, y si es posible, vivir unos días con una familia. Y a partir de ahí, se comprenden muchas cosas del otro. 

El darme cuenta de todas estas cosas me ayuda para mi vida, me enseña a interesarme por conocer, a tener paciencia, a valorar, lo propio y lo ajeno, y a hacerme consciente de que me estoy enriqueciendo, que nos enriquecemos mutuamente. Aunque tengamos cada uno nuestra propia identidad, desde nuestra cultura y todo lo que hemos vivido, el contacto y la vivencia de otras cosas, de otras maneras, de otras formas de expresar,… no pasan por nosotros sin dejar una huella, hay cosas que pasan a formar parte de nosotros, y de esa forma nos enriquecen. Sería bonito pararse a pensar qué me ha dado, qué he aprendido de este lugar, de esta persona que es de tal lugar,… 

En la capilla de la casa teníamos un letrero que desde el principio nos motivó: “Convocadas en torno a Jesús para una misión universal. ¡Te damos gracias, Señor!” Esta frase nos recordaba que quien nos reúne es Jesús, y para algo concreto, y nos llevaba también al agradecimiento. Un día, no recuerdo en qué circunstancia, a una le salió, medio en broma, pero en el fondo también en serio, decir “todo por Jesús”, y después la hemos usado muchas veces. Pero realmente en el grupo hemos sentido la presencia del Espíritu que ha hecho posible esta vivencia, y damos gracias por ella, y por los lazos que hemos creado unas con otras, que no sólo nos acercan entre nosotras, sino también a las distintas misiones donde cada una esté. Sólo nos queda poder hacer vida todo esto en los destinos que a cada una nos den. 

Marta Iturralde