martes, 13 de marzo de 2012

Nuestro caminar entre los afrodescendientes


Me han pedido que escriba algo sobre nuestro trabajo con los afrodescendientes y aunque hay poco o nada que no se haya dicho, me he decidido a hacerlo poniendo el énfasis en los “nuevos retos” de nuestra presencia misionera entre este colectivo considerado la mayor minoría étnica de nuestro país, en el presente siglo.

Sintetizando lo vivido durante cuarenta y tres años de presencia en el Pacífico Colombiano, da gusto pensar que, entre luces y sombras, hemos caminado al lado de los afrodescendientes en el Chocó, Buenaventura, Guapi y desde hace diez años cerca a nuestros hermanos Haitianos.

A través de las más diversas actividades, hemos abierto camino en varios flancos de la evangelización y la promoción humana; o hemos continuado el trabajo iniciado por otros, Javerianos y Lauritas en el Chocó, varias comunidades en Buenaventura y Guapi al igual que en Bombardópolis.
Con alegría y responsabilidad, hemos apoyado grupos de oración, de trabajo comunitario, formación de jóvenes seminaristas; jóvenes sacerdotes, forjando iglesia con ilusión, dando testimonio de la llegada del Reino a pesar de sus límites y pecados; hemos acompañado el crecimiento de las Iglesias locales que nos han acogido; hemos gozado viendo como muchas familias ven a sus hijos profesionalizarse y ubicarse mejor económicamente como también comprometerse en la organización y promoción de sus poblados; hemos acompañado la creación de microempresas familiares y comunitarias forjando con su trabajo un futuro más prometedor que el generado por la dependencia; grupos apostólicos, de oración, de niños y adolescentes misioneros, promotores rurales forjando caminos nuevos desde lo social y en el campo de la salud, escuelas y colegios organizándose desde la perspectiva de la fe en Jesús y de la pertenencia eclesial.

Sin embargo, también hemos sufrido al ver como nuestros límites y pecados ensombrecen nuestro testimonio; o al observar como pueblos que visitamos hace más de treinta años siguen viviendo, como si se hubieran estancado en el tiempo; y no menos sufrimiento nos causa constatar como la pobreza, en nuestros pueblos, adquiere cada vez más un claro rostro de mujer; que para muchos de nuestros niños y nuestros jóvenes, el horizonte no es totalmente esperanzador sencillamente porque la sociedad tiene “otros intereses prioritarios”…. Y porque no decir también que si por una parte nos alegra la actitud profética de muchos de nuestros obispos, la Iglesia no siempre logra hacerse escuchar en su defensa de los más débiles.

LA REALIDAD DE HOY

Como bien sabemos, Colombia acaba de firmar el famoso TLC, Tratado de Libre Comercio, que en términos comprensibles debería traducirse en oportunidades de empleo y desarrollo para las poblaciones del Pacífico, afrodescendientes en su mayoría y con Buenaventura, primer puerto de Colombia y Sudamérica sobre el Pacífico; pero la realidad es que Colombia en general, y nuestros empobrecidos pueblos en particular, no están preparados para la invasión de productos extranjeros y la lucha por la exportación masiva y sin límites, pasando por encima de quien sea y por supuesto, como lo estamos viendo en Buenaventura, la población va siendo arrinconada porque todos los espacios son pocos para construir bodegones “inconmensurables” para almacenar toda clase de productos.

Sin embargo, si algo ha caracterizado al afrodescendiente, es su capacidad para resistir, para idear salidas en donde solo se ven dificultades, y no solo lograr salir sino aportar, hacer historia con alegría y positividad. En este contexto, concretamente en Buenaventura, el Señor Obispo está liderando un movimiento de sensibilización de la sociedad civil para que se involucre en la búsqueda de los caminos que más convienen a la población y se constituya en impulsora de los megaproyectos que los gobiernos locales planean, con frecuencia, a espaldas de los intereses de los lugareños. 

Libia Londoño