Me han pedido que escriba algo sobre nuestro trabajo con los afrodescendientes y aunque hay poco o nada que no se haya dicho, me he decidido a hacerlo poniendo el énfasis en los “nuevos retos” de nuestra presencia misionera entre este colectivo considerado la mayor minoría étnica de nuestro país, en el presente siglo.
Sintetizando lo vivido durante cuarenta y tres años de presencia en el Pacífico Colombiano, da gusto pensar que, entre luces y sombras, hemos caminado al lado de los afrodescendientes en el Chocó, Buenaventura, Guapi y desde hace diez años cerca a nuestros hermanos Haitianos.
A través de las más diversas actividades, hemos abierto camino en varios flancos de la evangelización y la promoción humana; o hemos continuado el trabajo iniciado por otros, Javerianos y Lauritas en el Chocó, varias comunidades en Buenaventura y Guapi al igual que en Bombardópolis.

Sin embargo, también hemos sufrido al ver como nuestros límites y pecados ensombrecen nuestro testimonio; o al observar como pueblos que visitamos hace más de treinta años siguen viviendo, como si se hubieran estancado en el tiempo; y no menos sufrimiento nos causa constatar como la pobreza, en nuestros pueblos, adquiere cada vez más un claro rostro de mujer; que para muchos de nuestros niños y nuestros jóvenes, el horizonte no es totalmente esperanzador sencillamente porque la sociedad tiene “otros intereses prioritarios”…. Y porque no decir también que si por una parte nos alegra la actitud profética de muchos de nuestros obispos, la Iglesia no siempre logra hacerse escuchar en su defensa de los más débiles.
LA REALIDAD DE HOY

Sin embargo, si algo ha caracterizado al afrodescendiente, es su capacidad para resistir, para idear salidas en donde solo se ven dificultades, y no solo lograr salir sino aportar, hacer historia con alegría y positividad. En este contexto, concretamente en Buenaventura, el Señor Obispo está liderando un movimiento de sensibilización de la sociedad civil para que se involucre en la búsqueda de los caminos que más convienen a la población y se constituya en impulsora de los megaproyectos que los gobiernos locales planean, con frecuencia, a espaldas de los intereses de los lugareños.