Hace apenas un mes que en el mundo se celebraba el Día Internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados, una onomástica que además de denunciar los perjuicios humanos y naturales que ocasionan los conflictos armados y que perduran mucho tiempo después de haberse restablecido la paz, sirve también para concienciar a la población de la gravedad de los daños que el hombre ocasiona a la naturaleza.
Se acerca la Navidad, sinónimo de vida, nacimiento y creación, y tenemos que aprovechar estas fechas para reflexionar y entablar un diálogo con nuestro planeta. Hoy en día, la gente tiene poco tiempo para escuchar con tranquilidad a los demás; pero la Tierra sí porque es madre, y toda madre escucha con amor infinito a sus hijos, responde a sus preguntas y aclara sus dudas, alimentándolas y manteniendo sus vidas.
¡Qué sabrosos alimentos has fecundado, Madre Tierra, en tus entrañas y has producido después para nosotros, tus hijos! Por este motivo, es preciso que aprendamos a devolver a la naturaleza lo que le debemos, y para eso debemos saber escucharla. Con los oídos y el corazón abiertos, ansiosos de escuchar su voz, oímos:
“Pobre hijo mío del siglo XXI que te crees grande y poderoso porque dominas la técnica, y que incluso has llegado hasta la luna, mi satélite. ¡Pero si eres tan pequeño e indefenso como el que un día nació Belén de Judá, hijo de María y de José! Crees que lo sabes todo y no escuchas a nadie. Escucha primero a Dios que se hizo carne, se hizo niño. ¿Acaso vosotros no queréis salvarme y conservarme para vuestros hijos?”.
Escucha también a los “profetas” de hoy en día, sociólogos, geólogos, ecologistas y tantos otros profesionales que avisan de la importancia de cuidar el medio ambiente. Día tras día escuchas advertencias que te animan a no contaminar, a mimar el agua para que los pantanos no se queden bajo mínimos, sin ni siquiera reservas para consumo humano, que y que los hombres que sí me aman, la gente de campo, puedan dejar frescos y mullidos mis terrones secos.
Si todo esto hacéis germinará en mí el trigo, el vino y el aceite, os lo aseguro, permitiendo entonces paliar el hambre que padecen tantos y tantos hombres que me habitan. Oíd las voces de estos que gritan que también tienen hambre y sed de justicia. Ése es otro de vuestros grandes retos, trabajar para que tanto esta justicia como la técnica agraria, la calidad de vida y la prosperidad lleguen a las poblaciones rurales donde tantos jóvenes me abandonan. Y a estos jóvenes, que en los días navideños pasearán por las calles pletóricas de luces de colores, música y tentador comercio, decidles de mi parte que ellos ha de ser los que me hagan nueva, los que me salven.