jueves, 3 de abril de 2014

MARIA, LA VOZ DE ALARMA, QUE ANUNCIA AL RESUCITADO

La lectura del Evangelio del Domingo de Pascua (Jn.20,1-9), nos anuncia que Jesús ha resucitado!. Presenta a una mujer, María Magdalena, que será quien dé la “voz de alarma” a los discípulos, de lo ocurrido ese primer día de la semana…

Llegando al sepulcro, María vio que la piedra de entrada está removida…”, intentando visualizar el momento, me preguntaba, ¿porqué cuando llega al sepulcro y vio la piedra de entrada que estaba removida, no entró?, Al contrario, salió corriendo. ¿Por qué pensó que habían sacado el cuerpo del Señor y no sabían dónde lo habían puesto?.

Dejando a un lado lo que digan los exégetas, pienso que como mujer, María, debía estar aturdida. Por un lado estaba lo ocurrido los días pasados, el sufrimiento, el dolor de ver que la persona que más amaba, la persona que le había dado un sentido a su vida ya no estaba, pero por otro lado estaba el vacío de su presencia. La vida sería distinta a partir de ese momento…

Conjugar los sentimientos que afloraban en ella en ese momento era un reto, el reto de seguir siendo ella misma o aferrarse a un pasado, que ya nada tenía que ver con ella. En realidad María ya había sido salvada, ya había experimentado lo que es la liberación, por eso María no entra para ver lo que intuía, que no encontraría nada, pero necesitaba que otros, lo confirmaran con ella. La primacía del descubrimiento de la salvación que Jesús traía, venía a ser proclamado por María, una mujer que ya había experimentado la salvación, al dar la voz de alarma, anunciaba que algo nuevo estaba ocurriendo.

Decir que Jesús ha resucitado no es contar lo que pasó el día de Pascua, es haber experimentado esa salvación y liberación. Es haber sentido el palpitar del corazón del otro. Ese demorarse en el otro, no por las sensaciones que nos produce, sino por amor, por el aprecio a su persona y por la valoración de su vida y de su lucha. Esa salvación no es exclusiva de unos pocos, al contra¬rio es una noticia para todos y para todas, sobre todo para los más pobres. Es una realidad que se da aquí y ahora, pero como María Magdalena, hay que tener ojos de fe para VER. El amor y la vida son frágiles. Su fuerza invencible viene de la ternura con la cual los rodeamos y los alimentamos siempre.


¡¡ QUE TENGAMOS UNA FELIZ 
PASCUA DE RESURRECCIÓN!!