La vida de la Virgen
María fue fecunda, nos dio a Jesús, el primogénito, el Dios-con-nosotros. Pero
no es ninguna reflexión sobre María que vamos a compartir, sino que a la luz de
la Navidad, quisiéramos recordar a Yansuk, una mujer que también supo hacer su
vida fecunda y que además con sencillez se hizo una de tantas.
Vamos a hablar de
Yansuk, una amiga coreana nuestra que en mayo de este año, después de haber
dejado unos meses antes de luchar contra el cáncer, pasó al descanso de la vida
eterna.
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Capilla de las hermanas en Poipet. |
La historia se remonta a
unos años atrás, cuando la conocimos... Llevábamos escasamente 3 meses en
Poipet cuando el Padre Indon de Corea del Sur, vino a visitarnos con un par de
amigas coordinadoras de Sopra, una ONG; ellas se llamaban Guesun y Yansuk, era
marzo del año 2006. Yansuk de 38 años, enfermera de profesión, que estaba de
voluntaria con unas monjas budistas coreanas en Camboya, inmediatamente se
quedó encantada con la nueva misión y se ofreció a venir y acampar con
nosotras. Y así fue, en julio de ese año ya la teníamos con nosotras.
Se quedó a vivir en un
cuarto de alquiler muy cerca de nuestra pequeña casa, ella trabajaba con
nosotras, por la mañana íbamos a los pueblos con una clínica móvil que
teníamos, cada día era un pueblo diferente, desde el principio, llamó la
atención la dedicación y cariño con que trataba a la gente pobre y enferma.
Para ella la persona delante de ella era lo fundamental, nunca se quedó
tranquila ante casos especiales, buscaba salida para todos. Ella comía con la
comunidad en nuestra casa y por la tarde preparábamos la medicina del día
siguiente. Yansuk disfrutaba de todo y desde el principio se implicó en todo el
quehacer de la comunidad; así poco a poco creció nuestra amistad, se quedó con
nosotras un poco más de 8 meses.
Yansuk vino a Camboya la
primera vez como voluntaria por 1 año, pero su sensibilidad por los pobres y el
amor que llenaba su corazón hicieron que no pudiera vivir feliz en Corea nunca más.
Después de un tiempo de vuelta en su trabajo, empezó a hacer todas las
gestiones para regresar y habitar por siempre en Camboya. Sin embargo, la
detección de un cáncer de mama retrasó su vuelta al lugar de sus sueños.
Cuando al fin pudo
regresar a Camboya, se quedó el Phnom Penh, la capital. Ahí se dedicó los
primeros meses a estudiar la lengua Khmer en la Universidad y después a vivir
en unos cuartuchos con las mujeres obreras de las factorías textiles donde son
explotadas. Ahí Yansuk vivía con ellas en condiciones muy precarias. Llegó a
decirnos que no hacía otra cosa más que estar con ellas: “espero a que lleguen
de trabajar, cocinamos, comemos juntas, conversamos, nos reímos” Se hizo una
con ellas.
Después de un tiempo el
cáncer volvió al ataque y Yansuk tuvo que regresar a Corea y someterse a dosis
de quimioterapia que la fueron debilitando cada vez más. En cuanto estaba un poco
mejor venía a Camboya, nos visitaba, se ponía contenta y nunca perdía su alegre
sonrisa. Sin ser creyente, tenía muy buenos amigos sacerdotes y monjas.
El año pasado, en agosto
vino a Camboya. Había decidido no someterse más al tratamiento de la
quimioterapia, y los doctores le habían informado de lo que eso significaba,
pero ella sabía lo que quería: “los efectos de la quimio no me permiten vivir
hermana, llevo años así, eso no es vida, no más... ahora sí vivo, quiero estar
en Camboya y vivir la vida que me queda con alegría” - eso nos dijo sentada en
la sala de comunidad de nuestra casa, se quedó con nosotras un poco más de un
mes. Sabiendo que Carmen, la hermana encargada del campo de salud, se iba de
vacaciones a Perú y que este campo y las visitas a los enfermos en la cárcel se
quedaban al aire se ofreció y regresó a Poipet para estar durante su ausencia a
cargo de esas responsabilidades. Sin embargo, el cáncer implacable no le dejó
cumplir su deseo, antes de que Carmen regresara a Poipet, en febrero, tuvo que
salir para Corea porque se encontraba delicada de salud. Del aeropuerto fue
directa a hospitalizarse al hospital donde murió meses después.
En mayo de este año, un
par de semanas antes de su muerte, tres hermanas de Poipet fuimos a Corea pues
teníamos el viaje programado de hacía tiempo atrás. Visitamos a Yansuk en el
hospital. Se le veía muy enferma, pero estaba consciente y muy bien cuidada,
siempre sonriendo, transmitiendo alegría, confianza y cariño. Preguntó por
todas las hermanas y la gente de Poipet. Impresionaba la huella que había
dejado en su vida el tiempo que vivió en Camboya, su rostro se iluminaba cada
vez que se le contaba algo de allá. Al despedirse nos dijo en lengua Khmer “yo
fui muy feliz en Camboya hermanas, con ustedes, con la gente, con todo lo que
hice, mi corazón fue feliz y sigue feliz por esa experiencia que yo tuve, no
lloren que yo soy feliz”.
Antes de morir, Yansuk
pidió a Guesun, su amiga de Sopra, que una vez cremado su cuerpo, parte de sus
cenizas fueran enterradas debajo de un árbol de mango sembrado en la casa de
las hermanas. La razón que dio fue, “porque si hay una oración noble, en la que
creo es la oración de las hermanas de Poipet” Y así ha sido, las cenizas de
Yansuk están en nuestra casa, debajo de un árbol de mango. Y su tumba se ha
convertido en un lugar de respeto y oración. Las hermanas y algunas personas
que la conocieron y la quisieron, hoy rezan ante ella. Creemos que tú, Yansuk,
sigues fecundado la tierra de Poipet, gracias por tu testimonio de vida, te
queremos y siempre te llevaremos en el corazón.
La Comunidad de Poipet