lunes, 17 de abril de 2017

CIEN POR CIEN MISIONERA EN SANTA MARIA DEL NIEVA


Son tiempos de despedidas, de cerrar estancias en algunos lugares donde ya hemos permanecido muchos años y buscar nuevos caminos por los que creemos que el Señor nos puede llevar. Pero dejar lugares donde hemos pasado buena parte de nuestra vida, cuesta. Nos cuesta porque también el corazón se implica y es mucho lo vivido y mucha la gente que nos ha acompañado en estos años, que han hecho vida con nosotras, que forman parte de nosotras, de nuestra historia, de la historia de salvación que juntas y juntos construimos con el Señor que camina junto a nosotr@s.

Y una de estas despedidas ha sido la de nuestra hermana HERMINIA ALTIERI, que tras muchos años en el NIEVA (CONDORCANQUI, DEPARTAMENTO DE AMAZONAS, PERÚ), ha dejado este lugar de misión. Herminia escribe una carta donde recoge, agradecida, la oportunidad que ha tenido de regresar al Nieva y despedirse de su gente. “Desde Lima escribo mi última visita a Santa María del Nieva. Un viaje inolvidable, lleno de amor y agradecimiento. Agradecimiento a Dios y a las hermanas que lo han hecho posible.”

Santa María del Nieva fue mi segundo lugar de misión en el Perú. Llegué al Nieva en 1960 y salí en enero de 2016.

Algunos datos para recordar… llegué a mi primera misión en 1950, LAGUNAS, en el río HUALLAGA, donde conviví con los hermanos indígenas Cocamillas. Mi corazón y todo mi ser estaban llenos de ilusión misionera. Allá hice de todo: recorrí el río HUALLAGA visité todos los caseríos que había en sus márgenes y algunos más adentro internados en la espesura de la selva. Me sentía misionera al cien por cien, tanto más cuanto más me adentraba y estaba en contacto con la gente.

Pero un día, así, de repente y sin aviso –como eran las cosas antiguamente-, me comunicaron que me destinaban a Sta. María del Nieva. Recuerdo la sensación de vacío que me embargó, pero también la de ser una misionera llena de Dios y sentí que era Dios quien me empujaba a ese otro lugar, quien me llevaba a desprenderme de lo que en aquél momento iba llenando por completo mi corazón. Yo sentía que era Dios quien me llevaba. En aquella época no se daban despedidas, nada; así salí. Era el pensamiento y el modo de actuar de la época.

En el nuevo destino, Sta. María del Nieva, me esperaban Dios y 7 hermanas como yo, de La COMPAÑÍA MISIONERA; me esperaban con todo el cariño y…buena chamba misionera!!!! No en vano me destinaron allá.

Desde entonces puse toda mi vida al servicio de Dios y de mis hermanos awajun (aguarunas) y Wampis (Huambisas) en los ríos Nieva, Marañón, Cenepa y Santiago. De nuevo me sentía misionera al ciento por ciento. Nunca había dejado de serlo. Es algo que va con nuestro carisma: sentirse misionera al cien por cien, la exclusividad misionera en lugares concretos, la misión ad gentes…Hay que vivirlo. Me faltan las palabras.

Así, en enero de 2016, llegué a Lima junto con mi comunidad de Nieva, para las “vacaciones” de fin de año, que más que vacaciones son un popurrí de actividades: reuniones, retiro, tareas varias, comunicación con las hermanas de otras misiones,… Pero este año yo me encontré con una sorpresa…me dijeron:”Herminia, te quedas en Lima. Acá también vas a ser misionera…” Puse mis objeciones, pero había una respuesta para cada una de ellas. “¿Por qué me quedo?”. “Porque te has caído y tienes 90 años…”. Y era cierto, me había caído y se me rompió una costilla…poca cosa para mi…y también era cierto, tenía 91 años!!! Me costó asumirlo, pero cuando empezaba a ver mi estancia en Lima como algo de Dios y que era Él quien estaba actuando a través de mis hermanas, me llegó una sorpresa mayor: “Herminia, ¿quieres ir al Nieva a despedirte de tu gente?”. No tengo palabras para agradecer tanta dicha que sentí en ese momento. No sé si todas estas cosas se pueden comprender fuera de mi Dios, pero haber podido regresar a Nieva y recibir tantas muestras de cariño de mi gente es algo que nunca olvidaré y agradeceré por siempre a cada una de las personas que lo hicieron posible y que estuvieron en mi camino en este viaje.

Ahora estoy en Lima, en mi nueva comunidad. Sigo siendo y sintiéndome misionera cien por cien, al estilo limeño, pero siempre “a lo Dios”.

Gracias Señor por esta vocación misionera que me hace tan feliz, que me ha hecho tan feliz a lo largo de toda mi vida.

Herminia Altieri