Esta semana estudiaba con un chico con los que comparto mis tardes en Cáritas, el funcionamiento del aparato circulatorio. En mis reflexiones y mis silencios tan difíciles de alcanzar, vi la similitud, que os explico:
En el centro, el Corazón de Jesús. Los pulmones, la Compañía Misionera, y nosotras la Sangre.
La Sangre, sale enviada desde el Corazón, el Amor a servir, a anunciar el Evangelio, la justicia, la igualdad, ... pero a medida que vamos caminando por el mundo, vamos dejando nuestra energía, (los nutrientes, el oxígeno), las comodidades, las dificultades, los desfallecimientos. Entonces volvemos al Corazón, y El con su amor nos envía hacia los pulmones, la Compañía Misionera, para limpiar esa sangre, oxigenarla y renovar otra vez nuestras ganas de ser enviadas a anunciar el Amor de Jesús. Entonces volvemos al Corazón de Jesús, ya con fuerza y energía renovada, para que ese Corazón nos vuelva a impulsar a llevar su mensaje de AMOR al mundo.
Mi experiencia: Yo parto del momento en el que recibo el don gratuito de sentirme amada por Jesús.
Dios Padre nos envía a su Hijo y nos llama hermanos. Al igual que Dios envía a su Hijo, yo como hermana suya, también me siento enviada a comunicar mi experiencia de Amor. Algo que si no se comparte te quema por dentro.
Por tradición, por mi familia, he recibido una forma de vivir y de actuar. Una llamada a anunciar el Reino de Dios, sentimiento que siento compartir con las Hermanas de la Compañía Misionera (de una manera concreta y de acuerdo a su carisma).
La experiencia del Amor Salvífico, me lleva a anunciar el Reino de Dios, en mi familia, en el trabajo y en el mundo que me rodea.
¿Cómo?, Evangelizar amando desde las primeras etapas:
- desde el nacimiento de mis hijos
- incorporación de nuevos miembros a la familia, cuñados, amigos de hijos, etc..
- gente que tiene un conocimiento desvirtuado de Dios
- forma de trabajar
- en el mundo que nos rodea, intentando ser presencia viva de Dios.
M. José Curiel (Laica de la Compañía Misionera en Madrid )