El tema en sí es sugerente, vivimos a ritmos acelerados, acontecimientos de toda índole, situaciones al límite, todo un panorama donde a penas queda tiempo para pensar lo que nos mueve interiormente.

Nuestro comportamiento responde a esa mentalidad dual, que está programada para decidir lo que es bueno o malo, bonito o feo, lo que nos da la alegría o lo que nos pone tristes, mentalidad que todo lo domina y lo posee, siempre ahí, pegada a la conciencia obsesiva de convicciones.
Por eso es necesario llegar al fondo de uno mismo, del propio ser y de la propia interioridad para recuperar la identidad de lo que somos como hombres y mujeres y como discípulos y seguidores de Jesús, comprometidos en la construcción del Reino de Dios como Buena Noticia para los empobrecidos.
