Doy un paso más y entro en mi pre-noviciado en Medellín. Es otro mundo, no parece la misma Colombia. Ésta es una experiencia más hacia dentro, empiezo a caminar buscando a Dios y lo descubro a mi lado, siempre. Y por fuera descubro realidades de dolor y situaciones fuertes que vive la gente, camufladas por la música y una alegría que no sabes muy bien de dónde viene, y aprendo que el colombiano jamás pierde la esperanza.
Y la sensación de que Él viene caminando a mi lado es constante, o me doy más cuenta porque no hay nada que me lo oculte, pero lo veo también caminando con los otros y es que el haitiano camina mucho, y Dios con él. Y aprendes a evangelizar amando, porque sobre todo al llegar no puedes hacer otra cosa –ventajas y desventajas del idioma- pero el cariño llega. Y descubro la fuerza de la comunidad, como lugar donde crezco, como apoyo en las dificultades, y sabiendo que donde está una están las demás: “no estás sola, aunque la responsabilidad recaiga sobre ti, todas estamos contigo”… O perdidas en medio de ninguna parte, pero sintiendo que estás sostenida en la oración. Y Dios hablando y hablándonos, cada día, desde lo sencillo en un medio pobre y pobre de espíritu. Al finalizar este año me digo a mi misma que he descubierto y experimentado lo que quiero vivir como experiencia de Dios, como misionera y como comunidad.Y de Haití a Madrid, empiezo una nueva etapa (otro paso más en mi camino), el noviciado en La Compañía Misionera, y lo inicio con un deseo que recoge toda mi experiencia de estos últimos años, la de tomar cada día mi vida, y la de aquellos a los que pueda llegar, y ponerla a los pies del Señor, para que la mire y al mirarla la transforme y la llene de sí, de su luz y de su esperanza y al retomarla volver de nuevo a la vida, consciente de que Él está ahí, siempre.
Gema Pérez Jover (Nueva en la Compañía)