miércoles, 28 de mayo de 2008

Un largo camino hacia la Compañía Misionera

Mi camino misionero…Realmente empezó algunos años antes de conocer la Compañía con diversos grupos misioneros, campos de trabajo, pascuas misioneras, etc. Poco a poco va creciendo la semilla y llega un momento en que parece que quiere dar fruto. Es entonces cuando “por casualidad” se me presenta la oportunidad de ir a Colombia, a Guapi, donde empecé a conocer el estilo de vida y misión de la Compañía y a sentirme identificada con esta manera de vivir. Entre la Compañía Misionera y la ONG Llevant en Marxa, de Manacor, los niños más desarrapados de Guapi y los lugares más sencillos, entre ellos Caimito, y sus gentes, me van robando el corazón y quedo tocada.

Doy un paso más y entro en mi pre-noviciado en Medellín. Es otro mundo, no parece la misma Colombia. Ésta es una experiencia más hacia dentro, empiezo a caminar buscando a Dios y lo descubro a mi lado, siempre. Y por fuera descubro realidades de dolor y situaciones fuertes que vive la gente, camufladas por la música y una alegría que no sabes muy bien de dónde viene, y aprendo que el colombiano jamás pierde la esperanza.

Y llega Haití; tras dos años en Medellín me uno a la comunidad de Bombardópolis, en Haití. Desde el primer momento que pongo los pies en este país tengo sensación de irrealidad, de estar en otro mundo y para entrar en él hay que descalzarse y desprenderse, dejar lo que eres y las capacidades que crees tener y empiezas a vivir con lo que Dios te da y a vivir desde la fe. Y lo bonito es que es la propia gente quien te enseña a vivir así (porque no tienen más remedio, ellos).

Y la sensación de que Él viene caminando a mi lado es constante, o me doy más cuenta porque no hay nada que me lo oculte, pero lo veo también caminando con los otros y es que el haitiano camina mucho, y Dios con él. Y aprendes a evangelizar amando, porque sobre todo al llegar no puedes hacer otra cosa –ventajas y desventajas del idioma- pero el cariño llega. Y descubro la fuerza de la comunidad, como lugar donde crezco, como apoyo en las dificultades, y sabiendo que donde está una están las demás: “no estás sola, aunque la responsabilidad recaiga sobre ti, todas estamos contigo”… O perdidas en medio de ninguna parte, pero sintiendo que estás sostenida en la oración. Y Dios hablando y hablándonos, cada día, desde lo sencillo en un medio pobre y pobre de espíritu. Al finalizar este año me digo a mi misma que he descubierto y experimentado lo que quiero vivir como experiencia de Dios, como misionera y como comunidad.

Y de Haití a Madrid, empiezo una nueva etapa (otro paso más en mi camino), el noviciado en La Compañía Misionera, y lo inicio con un deseo que recoge toda mi experiencia de estos últimos años, la de tomar cada día mi vida, y la de aquellos a los que pueda llegar, y ponerla a los pies del Señor, para que la mire y al mirarla la transforme y la llene de sí, de su luz y de su esperanza y al retomarla volver de nuevo a la vida, consciente de que Él está ahí, siempre.

Gema Pérez Jover (Nueva en la Compañía)