viernes, 16 de abril de 2010

Pasos buscando la meta







Primera profesión religiosa de Gema Pérez en Canillejas, Madrid

“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1, 28)

El pasado 27 de febrero de 2010, en la parroquia Nuestra Señora del Camino, en Madrid, España, realicé mi primera profesión religiosa, en presencia de mi familia, hermanas de la Congregación, algunos amigos y la comunidad de Canillejas.

Fue una ceremonia emotiva y cuidada, sencilla, donde toda mi comunidad participó, tanto en los preparativos como en la ceremonia, también algunas hermanas de la congregación y laicos de la parroquia y de la Compañía.
Entrando en la Iglesia se podía ver ya de lejos la cartelera con las palabras que encabezan este artículo: “Alégrate…” y pintada una mujer, en actitud de alabanza, dando gracias a Dios de antemano por tanto don y tanto bien recibido.
Empezamos cantando Alma Misionera, ambientando el momento y la vocación específicamente misionera que se iba a consagrar a Dios. Tras una monición de entrada de manos de nuestra superiora general, invocamos al Espíritu Santo, al que siempre está dentro de cada uno esperando a que lo llamemos. Y realmente se fue haciendo presente el
Espíritu, envolviendo toda la ceremonia y llenándola de un silencio respetuoso y elocuente donde se captaba la atención de los presentes casi en cada palabra que se pronunciaba, en cada acto.

Las canciones, las lecturas y toda la ceremonia en sí va entrando en mi propia vida, recogiendo, de diferentes maneras, los lugares donde he estado de misión: Colombia, Haití…Lugares que no se pueden separar de tantas personas, que de una manera u otra, consciente o inconscientemente, han sido posibilidad y ayuda, luz en mi camino.
Avanza la ceremonia y vamos entrando en la liturgia de la palabra. Se habla del silencio, un silencio que ya es manifiesto a estas alturas de la celebración; y de la Palabra que requiere ser escuchada para poder ser obedecida. La palabra pronunciada en lo profundo del corazón, donde habita Dios. Las lecturas expresan el deseo de la escucha y de la respuesta al Señor, con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas: en todas las dimensiones de la persona. Y a través de las lecturas, las moniciones y los símbolos, se va desgranando el sentido de la consagración.

Con del salmo 138 se proclama un sueño: llegar a ser un anawin, alguien que quiere vivir completamente abandonada en Dios escuchando el susurro de su voluntad pronunciada en el corazón. Este deseo culmina en la lectura de la poesía de Santa Teresa, “Vuestra soy, para vos nací”: no importa lo que pueda venir en la vida, mi deseo es entregarla por completo a Ti, Señor.
Todo está caminando hacia el momento de la entrega, de la consagración, como María, modelo de vocación. En María se recoge la anawin por excelencia, la totalmente abierta a la escucha, la que deja abiertas las puertas de su casa permitiendo que el Señor se mueva libremente por ella, la que se relaciona con Dios, la que es capaz de amar hasta las últimas consecuencias, dejándose cubrir por el Espíritu que va gestando la Vida en ella, cada día de su vida. Desde dentro y desde abajo, desde lo más profundo de sí misma y desde su sencillez, da su respuesta. Y es desde su vocación desde donde quiero dar yo misma mi respuesta.

Las Peticiones, las ofrendas, todo preparado con tremendo cariño, cuidando el momento que no sólo yo vivo, sino todos los presentes. Los símbolos se van sucediendo y recogen mi vida: el Sagrado Corazón, Santa Teresa, San Ignacio y nuestras Constituciones; Haití: el amor y deseo de entrega en la misión. Mi familia: mis tres sobrinas llevando objetos muy característicos míos: la música, la literatura, la naturaleza; mi hermana y mi cuñada, el pan que será consagrado.
Y llega el momento de la Profesión, en medio de un silencio que se puede palpar contengo la emoción y recito la fórmula: “Señor Dios y Padre nuestro…” por medio de la que formalizo mi consagración. “Amar es entregarse y darse uno mismo”; esta canción se va repitiendo poniendo palabras a la propia entrega: con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas.

Oración y Presencia, adoración y entrega. Celebración. Acción de gracias.

Se siguen sucediendo los símbolos y toda la celebración queda impregnada de nuestro ser específicamente misionero: Asia, América, África… “Abarca con tu corazón el mundo entero, que es preciso ganarlo a fuerza de amor…”.
Doy gracias a Dios por tantas personas y acontecimientos que ha puesto en mi vida, hasta lograr alcanzar el principio de un sueño: vivir mi vocación misionera como consagrada en La Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús.

Gema Pérez Jover





Carta de Leydi



Llevo varios años conviviendo con las hermanas en Colombia, donde he vivido diferentes experiencias que me han llevado a dar este paso importante en mi vida. Empieza un año nuevo y en un mundo nuevo para mí, al estar en otro país: España. Vengo de Colombia para hacer mi noviciado en la Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús. Con esto quiero dar un sentido nuevo a mi vida al lado de Jesús. Con esta motivación que nace de lo más profundo de mi corazón, hice mi entrada al Noviciado el 23 de Enero. Este día para mí estuvo lleno de emociones y de experiencias muy bonitas, con
sentimientos de alegría y, al mismo tiempo con nerviosismo. Ese día puse del todo mi confianza en Jesucristo, a través de mi consagración a su corazón:

“Señor Jesús, yo me consagro a tu Corazón en la Compañía Misionera, con el inmenso deseo de experimentar y profundizar en el amor que tú tienes a los hombres y mujeres. Que pueda responder con mi consagración a los deseos de tu corazón, con una entrega incondicional a tu amor. Que este tiempo sea para mí un camino de seguimiento a Jesucristo, guiada por tu Espíritu. Enséñame a ver, a percibir y a reconocer tu presencia en mi vida y sumergida en la realidad. Que sienta que no voy sola, que realmente tú caminas conmigo y me acompañas siempre. Que la iniciativa es tuya, pero que de mi depende la motivación y la realización de mi vocación. Yo siento que este es un SÍ que abre para mí muchas puertas: la de hacer un camino con Cristo, la de una Comunidad que me acoge con mucho cariño,
y me de la oportunidad de que haga en mi vida una experiencia del seguimiento de Jesús, insertada en el Espíritu y Carisma de la congregación.”

Dentro de la celebración escogí el texto de Mc 3,13-15 (“Subió al monte, llamó a los que él quiso, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar”), porque encuentro en él algo muy fundamental para hacer ese camino de seguimiento de Jesús.
Ofrezco al Señor, mi pequeño esfuerzo por ir construyendo poco a poco una familia, una comunidad, un ambiente más humano, un mundo mejor, más unido, y el deseo de poner en práctica todos juntos el mensaje de Jesús.

Leydi Cuéllar Arboleda (Novicia)





Carta de Marta

Marta Iturralde ha pasado dos años en diferentes lugares de la selva peruana, viviendo como misionera con las hermanas. Inició su Noviciado en La Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús el 4 de octubre de 2009.


“Mucha gente se pregunta cómo es un día de un misionero, cuál es el horario o cosas así, como yo misma me preguntaba. Y después de haber tenido la experiencia, sigo sin tener la respuesta. La vida en la misión no se puede describir con mucha concreción, pero lo que sí he descubierto es que es una vida en que te vacías de ti completamente, dejas de mirarte a ti para mirar a tu alrededor, con una actitud disponible, viviendo el día a día, compartiendo las alegrías y también los sufrimientos, y con una alegría que inunda tu ser, por sentir a Dios que acompaña, que guía, que se hace presente en medio de la vida.


Si ahora pienso en ese tiempo, lo recorro, me despierta varias cosas que podrían describir lo vivido: alegría, agradecimiento, sorpresa, descubrimiento, novedad, servicio, Presencia de Dios, Fe, sentido de la vida, dejarse hacer, adaptación, familia, fraternidad, amistad, amor, cariño, providencia, compartir, desprendimiento, acogida, apertura, diversidad, presencia, Espíritu de Dios… Cada una de estas cosas va ligada a una vivencia concreta, pero también la experiencia en su conjunto me deja todas esas sensaciones.

Para mi lo más grande ha sido descubrir el sentido de la vida, de mi vida, en esta vida sencilla, a disposición de, al servicio de; descubrir la llamada del Señor a esta vida, de una manera concreta, haciéndomela vivir y gustar, y descubrir cómo es posible, cómo él da su Espíritu para vivirlo, y se hace presente en cada persona, en la vida. ¡Te doy gracias, Señor!

Marta Iturralde Renau (Novicia)