viernes, 16 de abril de 2010

Sueños que se hacen realidad



¿Qué somos? ¿Te has preguntado esto alguna vez? ¿Somos seres creados con un destino determinado que se cumple inexorablemente? ¿Criaturas cuyas vidas están intervenidas siempre por un dios que premia y castiga? ¡No, por favor! ¡No somos eso!. Así lo piensan muchos cristianos cuando usan, con muy buena fe, la expresión “voluntad de Dios”. ¿Cómo va a ser voluntad de Dios que un ladrón entre en mi casa, me robe y maltrate para ello? ¿Era el destino de ese hombre ser ladrón?

Encontraremos montones de ejemplos a los que el sentido común ya nos dice que la cosa no va por ahí. Esto no es voluntad de Dios. ¡No y mil veces no…! Dios no es el intervencionista que juega con nuestras vidas. Lo que sí es, es el Padre de todos, que tiene un sueño, el sueño de que seamos felices, muy felices, y que hagamos felices a los que podamos. Este sueño de Dios está muy dentro de nuestro ser; todos deseamos ser felices…todos deseamos hacer y ser alguien.

La mujer que en su infancia acurruca con cariño en sus brazos a su muñeca sueña con ser madre y el niño que da patadas a una pelota, quizás hecha por él, con trapos viejos, sueña con ser un Casillas… Y es que todos nacemos para hacer algo, para ser co-creadores con Él, creando con lo que Él ha creado de la nada: poesía, belleza, bondad, amor… ¡Y cuántas cosas creadas por el hombre nos hacen felices! Sinfonías, pinturas, esculturas, poesías… Y con el amor, ¿qué hacemos con el amor? Mancharlo, envilecerlo, pisotearlo cuando se llama amor a lo que no es; pero cuando surge el verdadero amor, un hombre y una mujer “cocrean” con Dios una familia feliz, donde hay hijos que a veces hacen llorar y muchas otras hacen reír y alegrarse.

¿De dónde viene todo esto? Mirad, Dios es tan fino, respeta tanto nuestra libertad, esa misma libertad que Él nos ha regalado, que sólo llama: “Si quieres”.

Y si queremos, si aceptamos su sueño, si lo hacemos nuestro, entonces surge en el mundo el científico, el pintor, la doctora, la madre y el padre…, misioneros y misioneras; laicos y laicas comprometidos…

Todo esto es vocación, llamada. Todos los llamados debemos unirnos para que este mundo que habitamos sea cada día más bello, donde todos vivamos felices.

Ése es el sueño hecho realidad, ese sueño de Dios que es su voluntad.

¡Que seamos felices!