Algo inesperado sucedió esa mañana, la novedad irrumpió y se abrió camino donde todo parecía sellado. La piedra no retuvo la muerte. La muerte fue rodada por la Resurrección. La luz de un nuevo amanecer comenzó. No hay duda, es posible, Jesús, nos ha abierto las puertas. Ya no habrá más piedras en el camino, El es el camino.
La Muerte ha sido rodada, pero a nuestros ojos les cuesta ver y nuestros corazones incrédulos siguen encontrando muchas “piedras” en el camino: “piedras” que nos impiden ir más allá de nosotros mismos, de superar nuestros miedos; “piedras” que nos impiden ver al resucitado ahí dónde nos encontramos; “piedras” que nos limitan, nos impiden avanzar, nos cierran el camino; “piedras” que nos roban la esperanza y la alegría.
Hoy, todavía seguimos aferrados a esas “piedras” y corremos el peligro de caminar hacia el futuro privados de espíritu profético.