martes, 13 de marzo de 2012

Muerte-Resurección


Recios tiempos estamos viviendo… ¡Cuantas cosas se nos han muerto!... ¡Cuantas!... ¿Hacemos una lista? No quiero hacerla yo sola, aporten y veamos cuán larga es. Los medios ponen ante nuestros ojos, cada día, cuánta hambre, cuánto dolor y cuántas lágrimas por el mundo. De tanta tragedia no se escapa ni el primer mundo, ni el segundo, ni el tercero… ¡Y que casualidad!... los que más mueren, los que más sufren, los que más lloran son los pobres de los tres mundos. Mueren ellos y sus cosas: sus poblados, sus casas, sus chozas, sus animales, sus cosechas y sus esperanzas e ilusiones… y por no tener, no tienen ni un sitio donde ser dignamente sepultados.

Y nosotros, ante el televisor, no lloramos. Se nos han hecho tan familiares las escenas de guerra, terrorismo, tsunamis, inundaciones que ya somos incapaces de llorar. ¿Es que se ha muerto en nosotros también algo?... sentimientos, ternura, misericordia, solidaridad… ¡todo eso que pasa está tan lejos! Y no, tanta muerte y tanto dolor pasan también muy cerca, quizás en nuestras mismas familias, entre nuestros amigos y vecinos.

Las encuestas hablan… más de 5.000.000 de hombre y mujeres sin trabajo, con todo lo que ello representa: sin casa, aquella que compraron con tanta ilusión, sin coche (no en el que iban de excursión, sino a trabajar), sin pan ni arroz que tienen que ir a “Cáritas” para conseguirlo. Y miles de empresas cerradas (muertas). En un periódico del pasado 19 de enero leo lo siguiente: “el tramo entre la calle Velazquez y Goya (primerísimo mundo) es un reguero de “cadáveres comerciales”. Han sucumbido el 30 % de tiendas.

¡Tenemos que despertar, y no para llorar!... Tienen que resucitar nuestros sentimientos, nuestras ternuras, nuestras misericordias y nuestras solidaridades… Hay mucha gente que está resucitando. La pobre mujer jubilada que tiene poca cosa, pero al menos tiene un piso no muy grande, donde se ajusta para acoger a un matrimonio, con un montón de hijos, que ha sido desahuciado.

Aquella otra que cree que no puede hacer nada y buscando en su pequeña despensa ve una bolsa de arroz y coge la mitad para dársela a una vecina, y dos tabletas de chocolate y coge una, y así con pequeñas cosas va llenando una bolsa de plástico que ya no tiene fuerzas para cargar… Así muchas otras resurrecciones que podéis vosotros/as ayudarme a hacer una lista tan larga como las de muertes. Cáritas y Manos Unidas nos pueden ayudar en esto.

¡Y vamos a resucitar!... porque aunque se nos han muerto muchas cosas, no se nos ha muerto la fe en AQUÉL que dijo: “Yo resucitaré, vosotros también resucitareis”…

Josefina Nieto

Nuestro caminar entre los afrodescendientes


Me han pedido que escriba algo sobre nuestro trabajo con los afrodescendientes y aunque hay poco o nada que no se haya dicho, me he decidido a hacerlo poniendo el énfasis en los “nuevos retos” de nuestra presencia misionera entre este colectivo considerado la mayor minoría étnica de nuestro país, en el presente siglo.

Sintetizando lo vivido durante cuarenta y tres años de presencia en el Pacífico Colombiano, da gusto pensar que, entre luces y sombras, hemos caminado al lado de los afrodescendientes en el Chocó, Buenaventura, Guapi y desde hace diez años cerca a nuestros hermanos Haitianos.

A través de las más diversas actividades, hemos abierto camino en varios flancos de la evangelización y la promoción humana; o hemos continuado el trabajo iniciado por otros, Javerianos y Lauritas en el Chocó, varias comunidades en Buenaventura y Guapi al igual que en Bombardópolis.
Con alegría y responsabilidad, hemos apoyado grupos de oración, de trabajo comunitario, formación de jóvenes seminaristas; jóvenes sacerdotes, forjando iglesia con ilusión, dando testimonio de la llegada del Reino a pesar de sus límites y pecados; hemos acompañado el crecimiento de las Iglesias locales que nos han acogido; hemos gozado viendo como muchas familias ven a sus hijos profesionalizarse y ubicarse mejor económicamente como también comprometerse en la organización y promoción de sus poblados; hemos acompañado la creación de microempresas familiares y comunitarias forjando con su trabajo un futuro más prometedor que el generado por la dependencia; grupos apostólicos, de oración, de niños y adolescentes misioneros, promotores rurales forjando caminos nuevos desde lo social y en el campo de la salud, escuelas y colegios organizándose desde la perspectiva de la fe en Jesús y de la pertenencia eclesial.

Sin embargo, también hemos sufrido al ver como nuestros límites y pecados ensombrecen nuestro testimonio; o al observar como pueblos que visitamos hace más de treinta años siguen viviendo, como si se hubieran estancado en el tiempo; y no menos sufrimiento nos causa constatar como la pobreza, en nuestros pueblos, adquiere cada vez más un claro rostro de mujer; que para muchos de nuestros niños y nuestros jóvenes, el horizonte no es totalmente esperanzador sencillamente porque la sociedad tiene “otros intereses prioritarios”…. Y porque no decir también que si por una parte nos alegra la actitud profética de muchos de nuestros obispos, la Iglesia no siempre logra hacerse escuchar en su defensa de los más débiles.

LA REALIDAD DE HOY

Como bien sabemos, Colombia acaba de firmar el famoso TLC, Tratado de Libre Comercio, que en términos comprensibles debería traducirse en oportunidades de empleo y desarrollo para las poblaciones del Pacífico, afrodescendientes en su mayoría y con Buenaventura, primer puerto de Colombia y Sudamérica sobre el Pacífico; pero la realidad es que Colombia en general, y nuestros empobrecidos pueblos en particular, no están preparados para la invasión de productos extranjeros y la lucha por la exportación masiva y sin límites, pasando por encima de quien sea y por supuesto, como lo estamos viendo en Buenaventura, la población va siendo arrinconada porque todos los espacios son pocos para construir bodegones “inconmensurables” para almacenar toda clase de productos.

Sin embargo, si algo ha caracterizado al afrodescendiente, es su capacidad para resistir, para idear salidas en donde solo se ven dificultades, y no solo lograr salir sino aportar, hacer historia con alegría y positividad. En este contexto, concretamente en Buenaventura, el Señor Obispo está liderando un movimiento de sensibilización de la sociedad civil para que se involucre en la búsqueda de los caminos que más convienen a la población y se constituya en impulsora de los megaproyectos que los gobiernos locales planean, con frecuencia, a espaldas de los intereses de los lugareños. 

Libia Londoño







Colombia


Buenaventura, 18. 10.2011

Muy queridas Hermanas: Desde este bello puerto y ciudad de Buenaventura (Colombia) les envío un cariñoso saludo en nombre propio y de mi comunidad formada por: Pilar Garcés, Libia Londoño, Rosario del Pilar Cevallos (Charito) y Carmen Gallego. 

Nuestra comunidad realiza varias funciones o misiones: Colaboramos en la Pastoral de nuestro barrio Nayita en unión con nuestra parroquia, que es la Catedral San Buenaventura; atendemos y participamos en las actividades y culto de la Capilla Ntra. Señora de Fátima, ubicada en el barrio y contigua a nuestra casa; Charito Cevallos trabaja como profesora en un barrio extremo de la ciudad, al mismo tiempo que también colabora en la pastoral de la parroquia. 

Otra actividad importante de nuestra comunidad es la acogida a nuestras Hermanas de las misiones de la zona rural: Orpúa y Guapi, cuando llegan a Buenaventura por distintos motivos, así como el enviar provisiones, y hacerles algunas diligencias, etc. 

Este año nuestras Hermanas del Gobierno Regional nos han dado la oportunidad a las Hermanas de las distintas casas de la Región de participar en dos Talleres o Cursos. El primero fue sobre reestructuración, lo dirigió la Hna. Mª Cecilia Correa, formadora de la Compañía de María. En Buenaventura lo recibimos en el mes de Mayo. El segundo fue sobre temas de Psicología: afectividad, calidad de vida humana y fraterna, etc. Nos lo impartió la Hna. Astrid Zapata, operaria catequista. Lo recibimos en el mes de julio junto con nuestras Hermanas de las comunidades de Guapi y Orpúa. Ambos talleres fueron muy enriquecedores y formativos. Damos gracias a Dios y a nuestras Hermanas del Gobierno Regional, así como a las Hermanas que nos los impartieron. 

Hermanas, estamos muy contentas de colaborar en esta misión y de servir a nuestros hermanos, pero nos entristece la violencia existente en muchas zonas del país: la guerrilla, los grupos armados al margen de la Ley, las personas desaparecidas, los muertos a causa de la violencia, etc.. Rueguen por nuestro querido país, Colombia, y en general por Latino América para que la fe en Cristo nos una de verdad y lleguemos a vivir como hermanos y hermanas.


Reciban un fuerte abrazo de parte de esta comunidad que les quiere y recuerda:

Carmen Gallego

Un momento para la esperanza


Son muchos los números del Puente Misionero que han pasado por mis manos, al ser yo la responsable de darle forma, que no contenido, pues para eso ya están las hermanas que con tanto cariño nos dan a conocer la realidad que viven. Pero en ninguno de esos números he dejado un trocito de mi vida tan grande como lo estoy haciendo ahora.

Cuando mi novio y yo tomamos la decisión de casarnos, después de cuatro años y medio de relación, teníamos claro que con las grandes necesidades que hay hoy en día en el mundo había que frenar de alguna manera todo el derroche que supone una boda. Para conseguirlo, una de las primeras ideas que nos surgió fue la de eliminar los obsequios que habitualmente se entregan a los invitados, pues en la mayoría de las veces acaban olvidados en un cajón, sin uso, y nos parecía algo totalmente prescindible. 

Así que se nos ocurrió destinar el presupuesto de los detalles de los invitados a una buena causa, buscar el medio de hacer un regalo solidario que, a su vez, fuese de gran utilidad para otras personas. Que mejor manera que hacerlo a través de las hermanas de la Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús, a las que el destino me ligó con 12 años tan fuerte que 15 años después sentí la necesidad de encontrar a Rosa, aquella misionera que de pequeña me había enseñado que todos podemos aportar algo para hacer de este mundo un mejor lugar para vivir. 

Eran muchas las necesidades y poco lo que podíamos aportar, pero después de muchas dudas entre las diferentes opciones escogimos el proyecto de alfabetización en Poipet (Camboya). Nuestra humilde aportación económica permitirá que un grupo de mujeres aprendan a leer y escribir, y ojalá que adquieran una mínima educación que las ayude a alejarse de la prostitución, tan arraigada en ese país, y que se puedan concienciar de la importancia de llevar a sus hijos a la escuela para sembrar las semillas de un futuro mejor para ellos. 

Nuestra boda no tendrá mesas llenas de figuritas de porcelana, abanicos de colores o botellas de licor en miniatura. Su lugar lo ocuparán unas tarjetas de esperanza para un grupo de camboyanas, que a partir de este momento llevaremos siempre en el corazón.

Marina Valero Mariscal 
Misión Compartida