domingo, 30 de diciembre de 2012

Navidad 2012


Navidad 2012:  
Un tiempo para 
la esperanza y la solidaridad

Si echamos una mirada panorámica a lo que está sucediendo hoy podremos ver que los signos de nuestro tiempo son, cuando menos, alarmantes. Si tuviéramos que nombrarlos hablaríamos de crisis, desastres, guerras, pobreza, injusticias… Es verdad son tiempos difíciles, pero... ¿no será también que hemos sido presa fácil y nos hemos dejado llevar por el pesimismo, el miedo, y la impotencia ante todo lo que “tenemos encima”?

Es posible, pero todavía tenemos tiempo, el tiempo de prepararnos, de respirar profundamente y dejar un espacio para la esperanza, aquella que sabe a acogida, alegría, amor, ternura, libertad, solidaridad..., en la que nadie se quede atrás, esa que se encarnó en una persona concreta, Jesús de Nazaret, y que fue capaz de revertir la historia.

Los tiempos que vivimos no son diferentes de los tiempos de Jesús y nosotros no somos diferentes de aquellos hombres y mujeres que apostaron por un hombre y un proyecto que a primera vista era imposible de realizar. Pero creyeron en él, y empezaron a echar a andar un sueño, y tras ellos muchos hombres y mujeres siguieron sus pasos, dejando su huella, mártires de ayer y de hoy, que nos recuerdan y nos empujan a seguir caminando. Que siga la marcha, que siga la vida, ¡que nadie nos robe la esperanza!

Que esta Navidad renueve en nosotros ese sueño de Dios para cada hombre y cada mujer y para toda la creación, y que nazca la vida, la paz, el amor y la esperanza.

Las experiencias de Carolin y de Nancy son un ejemplo de que la esperanza no es para mañana, sino para hoy, el Reino de Dios está en medio de nosotros, todos somos testigos, solo tenemos que creer, confiar y seguir caminando.

Experiencia de Carolin en el Año de la Fe


Todos sabemos que el Papa Benedicto XIV ha convocado este año “Año de la fe“, en el 50º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. Aprovechando esta llamada a reflexionar sobre nuestra fe, me gustaría compartir algo sobre cómo la vivo yo en mi vida.

CÓMO VIVO MI FE

Para mí, la fe es Don de Dios, la he recibido gratuitamente. He nacido en una familia cristiana, he crecido en esta fe gracias primero a Dios que me dio una familia sobre la tierra y también a mi familia, en particular mis padres, que nos han inculcado en esta fe. Un día, cuando tenía 17 años y acababa de terminar el examen oficial para entrar en la universidad, el Señor me sorprendió con una invitación a visitar una leprosería en India, y mientras la visitaba me quedé sorprendida... Sentí que el Señor me llamaba, entonces se despertó en mí el deseo de seguir a Jesús para servir a los más pobres y necesitados, en este caso, los leprosos.


No estaba sola, tengo una hermana gemela y estaba conmigo, porque siempre íbamos juntas; le pregunté si ella sentía algo y me dijo que no, y me quede todavía más perpleja delante de este misterio tan grande. Sentí el amor profundo de Dios que me empujaba a hacer algo, y comprendí que Él esperaba algo de mí y al mismo tiempo me daba la seguridad de que me daría la fuerza para vivir esto. Esa experiencia me hizo pensar que estaba viviendo esta vida para algo, Dios me había dado la vida para algo…

Mi fe en Jesús me llevó a dejar mi familia y mi tierra para ponerme al servicio de algo que a veces no se ve; es la riqueza que no atesora cifras, sino historias. A mí esta historia de amor por los hermanos más pobres y más abandonados de la sociedad me llevó más lejos.

Más tarde descubrí que “los leprosos de la India” para el Señor eran un medio para hacerme comprender el amor universal y hacerme descubrir la vocación misionera, y que pedía mucho más de lo que yo imaginaba. Tenía que dejar a los míos e ir hacia otros distintos, otra raza, otro color, otra lengua, otra cultura... Pero todos creados y queridos por el mismo Dios.


Entonces me marche al Congo (antes se llamaba Zaire) donde llevo 17 años viviendo este misterio del amor de Dios en mi vida, y lo vivo como un milagro en la vida diaria que se realiza en la misión. Estoy convencida de que sin la ayuda del Señor, esto no sería posible, pero con Dios todo es posible. He vivido ya dos guerras allí y he aprendido mucho de la gente que tanto nos quiere.

Ellos me han enseñado paciencia, fuerza ante el sufrimiento, capacidad de aceptación ante las situaciones más difíciles siempre con alegría, estar contenta con poco, el compartir, la solidaridad y el amor universal, que todos somos hermanos y que es posible vivir el amor fraterno aun siendo de distintos colores, razas y culturas. Como dice Jesús: “el que deja un padre, una madre, hermanos y tierra va a recibir cien veces más”, pues esta es mi experiencia, en un país extraño tengo muchas madres, padres y hermanos Puedo decir con certeza que estoy feliz de ser “misionera de Jesús”.

Carolin Macwan

La misión es hoy


Queridas hermanas laicas y religiosas de la Compañía Misionera, hace más de un mes que regresé de Macaya y quiero compartir con ustedes lo que ha significado y sigue significando en mi vida, el tiempo de misión en la comunidad Shipiba de Caco-Macaya, Alto Ucayali-Perú. Hacía 28 años que no regresaba a esta comunidad. Carmen Pérez, (Cabi, su nombre shipibo y miembro de esa comunidad religiosa) me esperaba en Pucallpa, y juntas, hicimos el viaje en una embarcación hasta la comunidad.

Una de las experiencias más significativas vividas durante ese tiempo fue el compartir una problemática que hace tiempo estaba viviendo la comunidad por la presencia de la compañía petrolera, Cepsa. Los dirigentes de la comunidad, preocupados, pidieron asesoramiento a Cabi, y que se les diera un curso de informática para poder utilizar bien las computadoras que la empresa entregó, seis en concreto, a cambio de que los dejaran entrar para hacer un estudio de línea base (ver los depósitos de petróleo).

Ese espacio fue un rico encuentro ya que a través del estudio tuvimos momentos de reflexión, lectura, análisis de la problemática petrolera y de la situación en la cual estaban frente al accionar de la empresa, quien ahora pretende ingresar para abrir dos pozos exploratorios y uno confirmatorio. Este análisis ayudó para que a partir de ahora los comuneros puedan exponer, hablar frente a los representantes sin temor, con argumentos, sobre los daños que la empresa ha hecho en el tema de medio ambiente. Un tema delicado que se tiene que ir analizando y evaluando.

La pequeña comunidad cristiana es también un símbolo del caminar lento pero seguro de este grupo. En lo posible se reúnen cada domingo, acompañados por Cabi, y se escucha, se habla, se reflexiona la palabra de Dios en Shipibo, que es el idioma mayoritario.

Cocinar con la leña no fue fácil, ir por agua al pozo es todo un rito; hacer los quehaceres de la casa; conversar y acoger a las personas que llegan a la casa por medicina, por consejo o llevando pescado, yuca, plátano, como trueque por otros alimentos, o escuchar a los vecinitos que llegan en busca de sus pollos que se metieron a nuestro huerto; preparar y dar las clases de computación y las de religión para la escuela; atender a los bebés que lloran; aprender parte del idioma; escuchar apenas una radio que se le iba la señal; estar fuera del internet, fue toda una riqueza, no era problema para mí.

No quiero dejar de agradecer a Dios por todo lo vivido, por las muestras de afecto de las personas de Macaya que me conmovieron el corazón, así también por el cariño de Cabi, su gran amor por cada persona, su testimonio de vida. Un abrazo fraterno lleno de mucha alegría. ¡Dios es grande!

Nancy M. Chávez N.

(Corin Same, nombre en Shipibo)