viernes, 19 de octubre de 2012

Llamados a hacer que la Palabra de verdad resplandezca



En el marco de la crisis mundial estamos también viviendo la crisis de la fe, que se ha perdido en el seguimiento a Jesús y en los valores éticos, y con dolor vemos toda esa explotación de la persona, de los países y de los derechos humanos. Cada uno en su vida busca solo su propio provecho y beneficio. ¿Dónde quedaron la honestidad, la justicia y todo aquello que engrandece al hombre? 

Hay que volver la mirada al Vaticano ll en su mandato misionero que implica mirarnos como hermanos y trabajar para que todos tengan una vida digna como hijos de Dios. 

“Los inmensos horizontes de la misión, la complejidad de la presente situación requieren hoy modalidades nuevas para poder comunicar eficazmente la palabra de Dios. Ello exige, ante todo, una renovada adhesión de fe personal y comunitaria al Evangelio de Jesucristo, en el momento de profundos cambios que está viviendo la humanidad” (Benedicto XVl ). 

La falta de fe en la vida y en los hombres, nos lleva a vivir dormidos. Dormidos ante este mundo corrupto e injusto. 

SI ESTAMOS DORMIDOS, HEMOS DE DESPERTAR 
¿Y cómo sabré si estoy dormido? Jesús nos lo dice en el evangelio: “¿Por qué decís Señor, Señor, si no hacéis lo que os digo?” Si no hacemos lo que Dios quiere y nos dedicamos a fabricarnos un Dios “tapa agujeros”, es que estamos dormidos. Lo que importa es responder a Dios con el corazón. No importa ser ateo, musulmán o católico, lo importante es el cambio interior y el bautismo del corazón. El estar despierto es cambiar tu corazón de piedra por uno que no se cierre a la Verdad.

La solución está en tu capacidad de comprensión y de ver otra cosa que lo que se permite uno ver. Ver lo que hay detrás de las cosas. Cuando se te abran los ojos, verás cómo todo cambia, que el pasado está muerto, porque sólo el presente está vivo si tú estás despierto en él. No mirar tanto el poder y la eficacia de los medios, sino descubrir la cercanía, la comprensión al hermano, y juntos tratar de poner lo bueno de cada cultura, de cada creencia, para hacer un Mundo más capaz de vida y armonía en que todos nos sintamos hermanos e hijos de Dios. 

Rosa Porta 

Experiencia de interculturalidad


Nuestra vida misionera y de comunidad nos lleva a encontrarnos en nuestro día a día con otras culturas, a convivir con lo diferente. Cuando vamos a la misión, de entrada ya vamos con una predisposición, sabemos que vamos a otro estilo de vida, y estamos abiertas a él y dispuestas a aprender, a adaptarnos, a valorar todo lo bueno que tiene cada cultura. Pero además nuestras comunidades están formadas en la medida de lo posible por hermanas de distintas nacionalidades. 

Estos últimos meses, de marzo a agosto, hemos tenido en Madrid una experiencia de interculturalidad. Nos juntamos 3 hermanas que venían del Congo, 2 de India, otra del Congo pero que venía de Perú, y aquí estábamos una colombiana y yo, Española, más otras dos hermanas Españolas que acompañaban al grupo. Los primeros meses fueron para aprender el español, y en los últimos estuvimos recibiendo varios cursos, unos en relación con la Compañía y otros para enriquecer la experiencia. Uno de ellos era precisamente sobre interculturalidad, y veíamos que aunque se puede tener por naturaleza una cierta sensibilidad intercultural, el vivir con otros, sobre todo de otras culturas (pero también entre los de una misma cultura) es algo que se va aprendiendo, pues el simple hecho de vivir juntos no implica necesariamente que se viva en interculturalidad. Cada uno debe salir un poco de su “espacio” para abrir espacios comunes, sin perder la propia identidad. 
Es una experiencia bonita la de la convivencia intercultural, se aprenden muchas cosas, tanto en el sentido material como de crecimiento humano y espiritual. Para mí, una de las cosas más importantes para vivir la interculturalidad es la actitud, estar abiertos a lo nuevo, a lo diferente, a aprender unos de otros, y a aprender nuevos lenguajes, es decir, nuevas formas de expresar una misma cosa, como la acogida, la alegría, la tristeza, la fe,… Y para nosotras, la raíz de esta actitud nace del deseo de vivir la fraternidad universal a la que nos invita Jesús y que nos recuerdan nuestras Constituciones. 

Como he dicho antes, nuestro primer tiempo juntas fue cuando aprendían el español las hermanas de otras lenguas. Ese fue un tiempo duro para ellas, pero a la vez divertido, pues nos tomábamos con humor las equivocaciones, los malentendidos,… nos reíamos mucho con todo eso, pero no era un “reírnos de” sino un “reírnos con”, reírnos juntas. También de nuestra parte las ayudábamos en lo que podíamos. Iban a clases, tenían deberes,… hasta acabar “hasta el moño”, expresión que aprendieron muy pronto. 

Una cosa importante para podernos comprender mejor y crear espacios comunes es conocer el lugar de dónde viene el otro, sus costumbres, su cultura, su forma de vivir desde el Espíritu,... en la medida de lo posible. Esto lo hicimos de manera un poco oficial al presentar la realidad de nuestros países a los distintos niveles (político, económico, religioso, cultural,…) a las otras, y un poco más a fondo la parte cultural en el curso de interculturalidad, pero también lo hicimos informalmente, empezando por las cosas más ordinarias, como las comidas, música o bailes de cada país, que hemos ido conociendo y aprendiendo. Esa para mí ha sido una parte muy divertida e interesante, y que nos ha ayudado a conocernos y a crear relaciones, pues era hacer cosas juntas, enseñarnos unas a otras,… Todas coincidíamos en que la cocina era el lugar más animado. Cocinábamos de dos en dos, pero a veces íbamos apareciendo por la cocina las demás, a ver que se cocía por allí, a ayudar y de paso aprender. Los sabores son diferentes, pero yo misma me sorprendía de cómo me iba acostumbrando a ellos hasta disfrutarlos, y lo digo sobre todo por las especias de India, las masalas, porque a mí al principio me asustaba tanta especia. 

Eso que decía de salir un poco del propio espacio para abrir espacios comunes a veces no es tan fácil, porque implica diferentes maneras de hacer las cosas, ritmos más rápidos o más lentos,… se necesita paciencia, con el otro y con uno mismo, y muchas veces morir a lo propio. Pero es realmente un regalo tener la oportunidad de poder vivir juntas personas de lugares tan tan diferentes, y más cuando nos une un fin común. Cada vez que lo pienso me sale la acción de gracias y se me renueva el ánimo y la disposición para crear esos espacios. 

Me gustaría poder viajar, aunque fuera como en una película, a los lugares donde han crecido cada una de ellas, convivir con su familia, vivir como ellas,… En el curso de interculturalidad coincidíamos muchas en que para conocer más de cerca una cultura era muy importante el acercarse a la gente del lugar, y si es posible, vivir unos días con una familia. Y a partir de ahí, se comprenden muchas cosas del otro. 

El darme cuenta de todas estas cosas me ayuda para mi vida, me enseña a interesarme por conocer, a tener paciencia, a valorar, lo propio y lo ajeno, y a hacerme consciente de que me estoy enriqueciendo, que nos enriquecemos mutuamente. Aunque tengamos cada uno nuestra propia identidad, desde nuestra cultura y todo lo que hemos vivido, el contacto y la vivencia de otras cosas, de otras maneras, de otras formas de expresar,… no pasan por nosotros sin dejar una huella, hay cosas que pasan a formar parte de nosotros, y de esa forma nos enriquecen. Sería bonito pararse a pensar qué me ha dado, qué he aprendido de este lugar, de esta persona que es de tal lugar,… 

En la capilla de la casa teníamos un letrero que desde el principio nos motivó: “Convocadas en torno a Jesús para una misión universal. ¡Te damos gracias, Señor!” Esta frase nos recordaba que quien nos reúne es Jesús, y para algo concreto, y nos llevaba también al agradecimiento. Un día, no recuerdo en qué circunstancia, a una le salió, medio en broma, pero en el fondo también en serio, decir “todo por Jesús”, y después la hemos usado muchas veces. Pero realmente en el grupo hemos sentido la presencia del Espíritu que ha hecho posible esta vivencia, y damos gracias por ella, y por los lazos que hemos creado unas con otras, que no sólo nos acercan entre nosotras, sino también a las distintas misiones donde cada una esté. Sólo nos queda poder hacer vida todo esto en los destinos que a cada una nos den. 

Marta Iturralde 

Mahad: una nueva comunidad en India


La Misión de Mahad pertenece a la Diócesis de Mumbai. Mahad es una ciudad importante situada en la ribera del río Savitri y un Ayuntamiento Municipal de la Comarca Raigadh en el estado de Maharashtra que está situado a unos 175 Km., al sur de Mumbai. Tiene una población de más de 50.000 habitantes.

Mahad tiene una tradición propia debido a su mitología, importancia histórica, social y cultural. Ciudad, vibrante y activa en los sectores industriales, políticos, sociales y culturales, ha influido en las vidas de algunas grandes personalidades. 
Puriel nos comparte algo de la vida de la comunidad tras su llegada a la misión: 
Han pasado dos meses desde que llegamos a esta nueva misión de Mahad. Los sacerdotes diocesanos tienen un centro/ parroquia en el que llevan un internado para los niños de la tribu Katkari junto con el programa de desarrollo de las aldeas. El pueblo donde vivimos se conoce como “Nangaon” que está a unos 8 Km. de este centro. Vivimos en una habitación que nos sirve de comedor-cocina-dormitorio, con un cuarto de baño, una capilla y una sala de comunidad. Esta casita pertenece a los padres diocesanos. 

Según lo acordado con los padres, vamos a estar aquí durante un año hasta que encontremos nuestro propio lugar. Anila, Panna y yo nos estamos adaptando poco a poco a lo que es nuevo y vamos familiarizándonos con el lugar, la gente y la cultura. De acuerdo con nuestro compromiso, dos de nosotras damos catequesis en la parroquia después de la Eucaristía dominical y visitamos las familias católicas. Junto con las hermanas de las Hijas de la Cruz que también se encuentran en esta misión y nos vamos turnando en la animación de la liturgia del domingo. 

Con el fin de comunicarnos con la gente y llegar a conocerlos mejor, estamos tratando de hacer un esfuerzo para aprender y practicar la lengua “Marathi”, a veces diciendo adiós en Gujarati y Gamit. Aquí no hay acceso a Internet pero recibimos los periódicos en inglés y en Marathi todos los días. 

El párroco P. Barhol, P. Sunil y el coordinador, Sr.Das, son muy amables y serviciales con nosotras en el comienzo de nuestro caminar. Nos acompañaron a los pueblos donde vamos a trabajar. Al ver el lugar, creo que estamos realmente en el sitio que es propio de la Compañía. El pueblo que hemos visitado tiene 80 familias (con 2 o 3 familias que viven bajo un mismo techo). Tiene una escuela primaria hasta el grado IV, después de lo cual los alumnos abandonan los estudios y van en busca de trabajo ya que no tienen su propio terreno ni los medios de apoyo. 

El 23 de julio fuimos a la misma aldea acompañadas por el animador, en la que se organizó una reunión con los lideres y el jefe del pueblo que tiene el cargo oficial. 

A nivel comunitario tenemos organizada nuestra vida diaria. Nos levantamos a las 5:30 am. y luego tenemos la oración comunitaria a las 7:00 am. Tenemos la eucaristía solo los viernes donde el personal de la misión (staff), que son católicos, también participa como una sola familia. Cada domingo por la mañana a las 6:00 am. vamos a la parroquia para la eucaristía viajando en una furgoneta donde recogen leche. Hay 30 familias católicas en la parroquia que proceden de la región del sur de la India (Goa, Mangalore, Andhra Pradesh, Kerela y Karnataka). Es un encuentro que nos da la oportunidad de conocerlos. 

Desde lejos las recordamos y tenemos a unas y otras en nuestras oraciones y de manera especial en la fiesta de San Ignacio.

Puriel Fernandes 

Fiesta con los amigos de la Compañía


Empezamos a prepararnos para este día con una reunión entre nosotras tres para planear. Estábamos un poco nerviosas por no saber dónde poner tanta gente en nuestra casa tan pequeña. No es como en Gujarat donde la gente se sienta en el suelo y el espacio nunca es problema. Aquí no solo falta espacio, también sillas. 

Después tuvimos otra reunión para preparar lo que queríamos transmitir de nuestro Carisma, así como algo de comida y algunos juegos para disfrutar después. 


Todas nos pusimos a trabajar los detalles. cada una se responsabilizó de una parte. Nos quedamos con algo sencillo que preparamos en casa. 


Para poder acomodar todos tuvimos que vaciar todo los muebles de la casa arriba y poner sillas. Los vecinos de todos lados vinieron a nuestro auxilio y nos dieron sillas, y al final tuvimos suficiente para acomodar muy bien a 60 personas. 



Dimos el mensaje de quiénes somos y qué hacemos, como primer paso para despertar en ellos el espíritu misionero. Fue interesante notar cómo la gente nos veía y nos observaba, y fue esperanzador leer el “feed back” de algunas de las vecinas en una carta que nos escribieron. En ella, expresando su gratitud, dicen: “La charla de introducción seguido por el vídeo era una revelación de servicio misionero hacia la gente en áreas tan lejos de Surat. Vuestra manera de vestir como la gente es una indicación de vuestra SER y HACER con ellos, desde ellos y para ellos. La afección y el interés colectivo”. 


Nosotras podemos decir que esta ocasión nos ha traído muy cerca a la gente de nuestra calle. Más tarde nos dijeron “Ahora entendemos por qué sois como sois después de todo lo que hemos visto y oído hoy”. 


Puedo decir que esto ha sido posible gracias a todo el trabajo realizado a lo largo de los años por las hermanas que nos han precedido. Las hermanas que han pasado por aquí en su manera ha dejado el espíritu misionero vivo.