domingo, 18 de diciembre de 2011

Confiada en tu amor infinito


Me han pedido que cuente algo del día de mi primera profesión en la Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús, que fue el 8 de Octubre. Lo que quisiera hacer es “dar gracias a Dios por tanto bien recibido”. Además, en ese día me encontré de cara con todo ello o con cosas que me lo podían recordar.

Ya el día anterior, a partir de las 20h aproximadamente, empezó a sonar el timbre y a llegar mi familia. En cosa de una hora más o menos teníamos una invasión en la casa, dentro, fuera en el patio, todos hablando, los niños corriendo por todas partes,… Dos palabras me salían en ese momento: invasión y alegría. No me había dado tanta cuenta antes, pero en ese momento, al percibir el contraste, me di cuenta de que ese alboroto me resultaba muy familiar, y que en ese ambiente he crecido yo. También me di cuenta de que esa experiencia del amor de Dios de la que nace la Compañía seguramente yo la había recibido en mi familia, pero casi sin ser consciente de ello. Y esto empezando por la familia más directa, pero continuando por abuelos, tíos y primos. Descubrirlo me hizo empezar el día con alegría y agradecimiento.

También vino desde Castellón una amiga y gente de la comunidad a la que pertenecí, personas con las que he compartido mucho de mi vida antes de entrar en la Compañía.

Y para traerme aires frescos desde Perú, apareció Inmaculada recién llegada hacía unas 2h. Y con ella, el recuerdo de todas las hermanas, de la gente y de las distintas misiones por las que he pasado, durante mi experiencia en Perú.

Y también de la parroquia, y algunas otras personas a las que he conocido en Madrid, las hermanas de las Rosas y mi comunidad de Canillejas. Toda esta presencia me hizo también recordar y agradecer todo lo vivido en estos dos años.

Me sentí muy acompañada por todos los que estuvieron presentes y también por los que no estuvieron pero me hicieron llegar su recuerdo de una u otra manera.

La alegría de ese día fue por una parte por este digamos “encuentro” con casi toda mi vida, y por otra la posibilidad de compartir con todos ellos un poco de lo que es ahora, de lo que quiero vivir. Me ha gustado el preparar poco a poco las lecturas, elegir los cantos,… y montar el cuadernillo, porque de esa forma me he sentido muy identificada en todo momento en la celebración, y sentía que todo el conjunto iba hablando por mí, ya que yo no soy de muchas palabras.

Yo creo que es una mezcla de vivencias, cosas que me han ayudado o acompañado y también deseos, lo que me gustaría o cómo me gustaría vivir. Por ejemplo, la frase que puse en la portada: “Yo dormía y soñaba que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida era alegría. Serví y vi que el servicio era alegría.” (R. Tagore). Es una frase que conozco desde pequeña, porque la tenía una tía mía en su casa, me llamó mucho la atención y me la aprendí. Poco a poco me di cuenta de que encerraba una gran verdad y me proponía vivirla, pero no fue hasta mi primera experiencia en Perú que la descubrí completamente, porque la viví pero yo digo que como un regalo, sin proponerme nada. Y esta relación entre servicio y alegría creo que ha sido un poco el motor de mi vocación, algo que me ha ido acompañando, inquietando, motivando,…

Así viví yo ese día, y termino como empezaba:
“Confiada en tu amor infinito…”,
y con una petición que expresé al final de la acción de gracias:
“Tú, profunda energía, invádeme, para que mi vida aprenda a darse desde tu ser”,
Sabiendo que todo lo que he recibido es para darlo.

Marta Iturralde Renau